El club de las brujas

El club de las brujas

martes, 11 de enero de 2011

DOCE: SATÁN SE QUIERE JUBILAR



Satanás estaba que se subía por las paredes. Ni rastro de su primer comandante, y ni vérselas con los soldados del primer regimiento. Era una señal, primero la Cumbre y esa puta Energía oscura o lo que fuera, que le tenía intrigadísimo, y ahora esta jugada maestra de su número dos, que había desaparecido con todo su equipo. Eran muestras inequívocas de una decadencia en el Reino del Mal. Y lo que más rabia le daba era haber visto esa cara de satisfacción que lucía su contrincante supremo al cruzarse un par de manos en la despedida. Rebosante de virtud y más lucero que nunca, Dios se había quedado con la gloria de una batalla ganada por goleada. Valenciennes no estuvo mal, pero él echaba de menos la mala leche que se gastaba su mejor espada. Mirándolo bien, si es que no estaba siquiera con ganas de enfadarse con él. Tan sólo quería tenerle delante para darle un par de tundas, como prolegómeno necesario, y después contarle todos los pormenores y detalles de aquella algarabía de logaritmos y ecuaciones de las que no había entendido ni pajota. Con Valenciennes no se atrevía a reconocer errores, para ese idiota su gran Jefe era requetelisto y una mente privilegiada a la que no se le escapaba nada. Tantos años a su lado y le tenía pero que bien engañado, vaya cretino, como sólo estaba preocupado por ascender y ascender y ascender, la ambición le sorbía el seso y no le dejaba ver dónde estaban los verdaderos agujeros del poder. A veces echaba de menos que le saliera un verdadero traidor, uno que le quisiera derrocar. Porque a ver, en la Tierra cada dos por tres se montaba la de Cristo, era un decir, y se derrocaban unos a otros, por muchos cargos vitalicios que se gastaran. Eso sí que era divertido. En cambio, por los territorios divinos e infernales nadie se cuestionaba quién tenía el mando, y, a decir verdad, Dios y Satán es que tenían ya un cansancio de verse las caras a cada ocasión, que una jubilación, a tiempo parcial aunque fuera, no les hubiera sentado nada mal. A Dios se le veía más allá que acá, eso sin duda. Nunca es que hubiera sido un ser muy de pisar firme, y le iba menos lo de tomar decisiones que a un político antes de las elecciones. Pero es que en esta última Cumbre se le había visto más ausente que nunca. Del morado pasaba al azul, y del azul al dorado, todo el tiempo meditando y levitándose a sí mismo. Si no fuera porque habían planeado aquella Cumbre juntos, hubiera dicho que aquello de la materia oscura, o como diantres se llamara, y el huevo cósmico y tanta parafernalia, le importaba un santo carajo al bendito. En el fondo, entendía el sentimiento, sino estaba cerca de compartirlo. Que eran muchos tiempos circulares viviendo aquellas batallas, y había que darse un respiro, ése era el quid. Todo aquello de las averiguaciones de las supernovas les pillaba muy machuditos, y lo que de verdad ansiaban era un buen sustituto y ponerse a jugar a naipes en alguna playa perdida. A naipes o al julepe, pero con una buena botella de ácido o de oxígeno y hala, a nadar y a despreocuparse, y que otros hicieran el trabajo sucio.

Más de una vez se habían hecho un guiño en este sentido, porque con tantas juergas y tantas endemoniadas contiendas, en más de una ocasión la cosa había acabado en pacto alrededor de la misma mesa, ahora que no le escuchaba nadie. Y cuando les dejaban solos, nada más querían fumarse un buen puro y charlar de sus batallitas. Pues no habían sido peleones ni nada en sus buenos tiempos, había que verle a Dios, con su túnica toda blanca y unos años menos, es que estaba entre dar miedo y tirártelo. Sí, sí, una cosa imponente, con aquellos ojos saltones y tan jodidamente profundos. Vamos, que una mirada suya te hacía perder el sentido. Y vaya voz que se gastaba, no se sabía quién era más fiero de los dos, en definitiva. Pero ahora las cosas eran diferentes, ni se miraban con esa frialdad ni las contiendas guardaban esa astucia de antes, o los ases de última hora debajo de la manga. Diríase que les había llegado el momento de retirarse, eso, retirarse... ¿Pero en quién ponían sus esperanzas? ¿En Valenciennes? ¡Si no sabía ni hacer la o con un canuto cuando le dejaban solo! ¿En Angelis? ¡Vaya golfo estaba hecho! Nadie le había dicho dónde se había metido, pero muy gorda tenía que haberla liado para dejarle colgado un día tan señalado en el calendario. Seguro que era cosa de su amigo Garcilaso el Bello, aquel ángel casi era más listo que su comandante, y muy amigos muy amigos pero él bien que estaba allí, sumiso y a la vera de su Jefe, como debe ser. Lo malo de aquellos dos es que, lo que tenían de listos lo tenían de vagos y maleantes. Estaban metidos en todos los fregados sucios de contrabando, y se dejaban sobornar por un buen chochete o una mamada. ¡Así cómo iban a ponerles a dirigir el reino!

-Ejem, ejem, mi señor, ¿da Ud. su permiso?

-¡Bandido, cabrón, soplapollas! ¿Cómo te atreves?

-Todo lo que me diga es poco, mi Señor, mi astuto Capitán General jefe de las fuerzas del Mal –je, con lo que le gustaba a Satán que lo llamaran así, no se le podía resistir- soy un desgraciado, un imbécil, un mentecato...

-¿Sabes lo que haremos? Pasarás una temporadita en la leprosería, eso te quitará la tontería.

-¡No! ¡Le ruego, le suplico, la leprosería es un lugar infecto, nunca volvería de allí!

-¿Y qué me importa a mí eso? ¡Para lo que me sirves, mejor estarás entre leprosos, viendo cómo purgas tus culpas y la de todos tus oficiales de cuarta regional! ¡Así sabrán a qué atenerse! ¡Guardia, llévenselo ya!

-¡Señor, señor, por los diablos y las hembras escocidas! ¿Es que de nada van a valerme todos los años de atento servicio? ¡No me prive, se lo ruego, de mi único porvenir! Yo soy soldado y moriré como soldado...

‘Vaya, Angelis estaba realmente afectado esta vez’, se dijo Lucifer. ‘Pero si crees que esto se arregla con unas palabritas, poco me conoces, marquesito’.

-¡Basta, deja de sollozar como si fueras una piojosa enferma ya! ¡No te aguanto! ¡Y dime ahora mismo dónde estuviste o en persona te conduciré a esa leprosería y me encargaré de que las leprosas te jodan bien y todas a una!

-Estuve en una cacería y las fieras nos tuvieron cercado el paso...

-¿En la Tierra de parranda? ¡Es lo último!

-No, mi Señor, no es lo que piensa, estábamos con un político muy influyente que está a punto de cascarla y no tiene muy claro qué hacer con su alma todavía. Si donarla a los Cielos, o seguir consecuente con su agnosticismo anterior y no pensar en la muerte, ni en lo que pueda depararle.

-¿Y quién es, eh?

‘Improvisa, genio, improvisa’, se decía DEA.

-Winston Churchill.

-¿Ves cómo eres un zoquete? Ya murió ése, espabilado, y además no recuerdo que fuera agnóstico. No queda alternativa para ti, lepra o rabia, tú dirás qué prefieres.

-Bueno, bueno, digo la verdad aunque esté mal visto. No he sido todo lo sincero que cabría... -prosiguió Angelis mientras se acercaba zalameramente a las nalgas de su Señor y se le salía una lengua más larga que viperina.

-Mmm... ya puedes afanarte en hacerme el mejor trabajito de tu vida, maricón, y después decidiré si echarte a los leprosos o a los... aaaahhyysssuuuuaaaaaaahhhhh...

De Angelis tenía la cabeza como un tarro de mermelada pegajosa y la lengua resacosa y embebida de alcohol, pero nada le gustaba más a Satán y a su pitirrín que el aliento a juerga, si no le conociera... La tenía más pequeña que un recién nacido, así que chupársela y hasta sorbérsela no era problema, lo único que aquello tan fláccido según cómo daba un pelín de dentera, pero nada, nada, no se podían tener miramientos cuando se trababa del Jefe. Así que ahora por arriba, ahora por abajo, ahora la estiro, ahora me la trago, ahora la engaño... vaya que estaban los tiempos difíciles, demonios, cuanto más mayor se hacía más le costaba sacarle todo el jugo, no quedaba nada de aquel brío juvenil...

Ya más relajados y con el aire acondicionado a tope, porque el calor era de cortar a estas horas, le contó la alucinante historia que le dio tiempo a inventarse mientras terminaba el trabajito.

-Pues no, no estuve en la Tierra, ni mi batallón tampoco. Tuvimos una tarea mucho más compleja y que requiere una explicación detenida. Es justo que así sea, mi Señor. Yo no quería darle la alegría hasta que tuviera la batalla bien por la mano, Señor, pero dadas como se han dado las circunstancias...

-¡Al grano!- este Angelis como le dejaras cuerda es que te contaba una milonga más indefinida y más grandilocuente cada vez.

-Al grano pues, mi Señor, sin más dilación. No se hable más, sus palabras son órdenes para mí. Había una bruja con una información archisecreta que teníamos que encontrar, mi Señor. Nos llegó un soplo de que ella tenía la fórmula de la “energía oscura”.

-¿La misma “energía oscura” de la que hablaban Valenciennes y los otros científicos?- dijo Satán sin poder contenerse.

-La mismísima, Señor. Comprenderá que con un soplo así, era mi obligación comprobarlo, aunque tuviera que ir al lugar más recóndito del Infierno.

-¿Y dónde estaba esa arpía?

-En Nowhere’s land, ¿puede creerlo?

-¿En ese suburbio? ¿Ahí no es donde se apelotonan los esclavos, las putas de baja estofa y el ganado menos selecto?

-Ciertamente, Señor. ¿Cómo explicarse una cosa así, verdad? La muy zorra se había solapado entre aquellas gentuzas para que no pudiéramos encontrarla jamás. Y desde allí dirigía el más perverso centro de fabricación de “energía oscura” que había visto yo en la vida. Nos quedamos patitiesos, mi Señor, un montaje astral y cósmico, lleno de santeros, de luces negras, de conexiones electromagnéticas, y con un montón de enanos trabajando a destajo para la vieja.

-¿Y por todos los rayos, cómo resolviste ese entuerto?

‘¡Sí, caramba, Sat empezaba a entrar en el juego y estaba mordiendo el anzuelo como un bebé!’

-Pues tuvimos una larga contienda, mi Señor. Los enanos, en cuanto se dieron cuenta de la encerrona, nos arrearon unos bocados en las piernas que vaya moratones llevamos todos. Se te agarraban a la pantorrilla como sanguijuelas, ¡quisiera yo saber qué elixir les da aquella bruja para tenerlos aleccionados como perros sabuesos! Tanto es así, que algunos de mis mejores soldados siguen arrastrados por Nowhere’s land y todavía no han recuperado el aliento.

-¿Y esa vieja? ¿Y la fábrica?

-La fábrica la hemos fumigado e incinerado, con los enanos dentro. Tendría que haber visto, chillaban como puercos en el matadero y ardían desprendiendo un olor insufrible. En cuanto a la bruja, no quisimos destruirla pues nos habríamos quedado sin la fórmula de la “energía oscura”. Y mucho me temo que habrá que torturarla con alguna argucia especial, porque mucha bruja es ésa.

-Pero entonces…- Satán no podía esconder su alegría por más tiempo, si ya sabía él que su fiel Angelis no le fallaba jamás de los jamases, pues bueno era él, ¿cómo pudo desconfiar? Si estaba claro, nadie más que él le podía sacar del entuerto, la cara que se le iba a poner a Dios cuando le notificaran los últimos sucesos y tuviera que morirse de rabia porque la fábrica de la “energía oscura” había estado todo el tiempo en los dominios del Infierno y sus secuaces la tenían controlada. Ahora sólo era una cuestión de tiempo, averiguar su composición y someter a Universo con ella a su antojo- ¡No la puedes perder de vista, o mucho me equivoco o esa bruja es la llave del éxito que necesitábamos!

-Todo está bajo control, mi Señor- ¿No habría ido demasiado lejos con la historieta? Satán parecía un niño con zapatos nuevos, a saber qué haría con él si supiera la verdad... pero él no le iba a sacar del engaño, desde luego. Ahora sólo había que encontrar a Juanorra antes de que saliera de sus dominios, ¡demonios, si debían de estar escapando ya ella y su vigilante! ¡A estas alturas estarían atravesando las aduanas y a punto de zarpar!

-¿Dónde vas ahora, pichón? Tienes que volver a contentar a papá...

‘No llegaría a tiempo, si tenía que hacer otro trabajito no llegaría ni para los postres al puerto militar, y sería una catástrofe que Jota partiera sin siquiera saber el lío en que se había metido. Satán tardaría segundos en averiguar el nombre y dirección de la bruja que había visitado De Angelis en Nowhere’s land, y entonces no tendría piedad con Juanorra a su vuelta a casa. ¡Y ella, desinformada, le dejaría en ridículo, que era lo peor de todo!’

Le propinó dos chupitos de nada y se sirvió de la excusa de preparar unos drais martinis –la bebida que pirraba a Satán- bien fresquitos para sorberle con más fruición. Así es como pudo salir de la alcoba de palacio y dar una llamadita al puesto de mando.

-Aquí Redentor, rápido, ¿con quién hablo?

-Mi comandante, soy Cabeza Cortada, para servirle.

-Déjate de chuminadas, dime, ¿han llegado dos pasajeros míos?

-Más de dos, mi comandante. Primero fue un soldado chiquito y respondón, más desubicado que un pingüino en Nueva York y que zarpó apenas comenzaba a anochecer. Y no habrían pasado ni tres moscas por aquí que ya teníamos otra clientela nueva. ¡Vaya, cómo están los tiempos de trapicheo va trapicheo viene, se nota que van bien los negocios, comandante!

-¡Eh! ¿Tres pasajeros?

-Bueno, los tortolitos de segunda fila han tenido que esperar a que estuviera listo un segundo navío, ¡más de una hora! Pero claro, nos los mandan así, sin avisar...

-Yo no he mandado tres sino DOS pasajeros. ¿Quién coño controla las acreditaciones? ¡Pásame ahora mismo con la central de aduanas, ipso facto!

-Soy Marciano, mi comandante. ¿Qué problema hay?

-¿Por qué no has pedido acreditaciones al pasajero que viajaba solo? ¡Responde, jodido funcionario! ¡Así se te quede el culo como una paella de tanto asiento!

-Pero mi comandante- dijo el funcionata todo azorado- ¿qué más le iba a pedir?, ¡si mostró un fajo de billetes de DEA&CO!

-¿Qué estás diciendo, un impostor con billetes míos? ¿Dónde está ese navío, se les puede interceptar?

-Me temo que no hasta que arriben a destino. Las misiones secretas es lo que tienen...

-¡Cafre! ¡Desearás ser mortal y poder morir antes de que yo de contigo! Pero ahora me interesa algo más importante que un prófugo. ¿Qué ha sido de la pareja subsiguiente?

-¿También son prófugos?- dijo Marciano tembloroso.

-No, van correctamente autorizados. Lo que ocurre es que tengo un mensaje para ellos antes de que se embarquen.

-Pues vaya mala chance que tiene esta noche, mi comandante, porque el segundo navío partió mientras Ud. y yo conversábamos.

-¡¡¡¡¡¡Idddiooooottaaaaaa!!!!!!!!!!

De Angelis colgó exasperado. Le ardía la sangre, no podía pensar, tenía que diseñar un plan y estaba seco de ideas. Y lo malo es que ahora no podía contar con Garci, que estaría frotándose las manos en el paraíso terrenal y a la espera de la Juana. ¡Qué de contrariedades en un momento! Si le hubiera dicho la verdad a Satán, no, de eso nada, que le había puesto ya las carnes de leproso antes de terminar la mamadita. Bueno, ahora tenía que reflexionar y dar con la idea genial. Seguro que se le encendía la bombilla.

-¿Jodido artista, dónde te metes con esos martinis?- chilló Satán, que ya andaba ansioso y con otro empalme de tres pares.

-Esperando la ciruela, mi Señor, que está al caer.

-¡Déjate de ciruelas y ven a chorrearme esos etílicos!

‘Placer obliga’, se dijo el comandante, mientras ponía dos hielos en las copas y otros dos en su boca. Satán chillaría como un tigre en celo esta vez. Después ya pensaría en su futuro y el de toda la especie.