‘Vaya cosas raras que se le ocurrían a su prima’, se dijo Rosalinda para sí mientras se apresuraba en salir de aquella choza. Además, ¡también era mala suerte que la hubiera pillado con las manos en la masa! Con lo difícil que resultaba cambiar de aspecto y de carácter en un mismo día, y ni siquiera un respiro, ¡ya le estaban pidiendo favores! Igual no era tan gran idea convertirse en un hada buena. Pero no había que olvidarse de que ella sólo había mutado el envoltorio, lo demás era otro cantar.
Betún tenía unas ideas de bombero. ¿Cómo hacerla pasar por princesa terrenal? Es que era de lo más peregrino, no tenía pies ni cabeza y ella era una intrusa que no tenía que haber aceptado ese trato. Si ni siquiera había conseguido auparse todavía en los reinos del Bien y ya tenía compromisos que pagar. Era lo que les pasaba a los afanosos en alcanzar la gloria celestial o infernal, que se metían a cumplir los caprichitos de los otros y acababan cayendo en sus propias trampas. Eso le ocurriría a ella, que la acabarían descubriendo por impostora antes de comenzar a deleitar los manjares de la plenitud. Y nada era peor castigo que un envío a los infiernos por traición. Ni malos hechizos ni vulgares travesuras, ni tan siquiera un exilio forzoso a la Tierra. Lo que ella quería conseguir era imperdonable, transgredía todas las leyes y pactos no escritos y, de descubrirla, ardería por y para siempre, sin otro quéhacer que pudrirse en una mazmorra oscura e incandescente. Tendría que botar allí dentro indefinidamente, pegar alaridos de socorro y, con suerte, sobornar a algún cancerbero que la llevaría a su casa como contrapartida y la convertiría en fregasuelos, pisacolillas, recibepalizas y apagasexos. ¡Uff! Su madre siempre contaba que de pequeña conoció a un hombre así. Un esclavo del abuelo Extremaunción. Llevaba años condenado en las mazmorras cuando el abuelo lo compró por cuatro perras, ajado y carcomido como estaba. Le pegaban constantes lametones al pobre, por sinvergüenza y renegado, decían, y le obligaban a bailar encima de cachos de vidrio hasta que caía roto en pedazos, mientras la familia se desternillaba de la risa. La propia madre de Rosalinda lo contaba con una hilaridad que daba escalofríos.
A Rosarito se le pusieron todos los pelos de punta sólo de recordar las desgracias acometidas por su propia familia a un traidor. ¿Qué no harían si les deshonrara uno de los suyos? En fin, había llegado hasta aquí y tenía un aspecto brillante y depurado. No tenía pues por qué temer, nadie la descubriría y conseguiría sus propósitos. Se había dotado de una gran serenidad con la transformación y la sola presencia de su prima egipcia había conseguido volver a desestabilizarla. ¡No señor, arriba los ánimos y a buscarse un plan!
No sabía si pasar por su casa a recoger un hatillo con sus cosas, pero pensándolo bien, ¿qué cosas? ¿Sus vestidos horteras o sus combinaciones deformes? ¿Qué pertenencias tenía ella que pudieran no deslucirla en el Cielo? Aunque, bien pensado, para presentarse con una túnica como ésta, también se necesitaba valor. Era transparente y acuosa, con alguna que otra mancha de chorizo al vino tinto. ¿Qué hacer? No tenía ni un céntimo, así que soñar con un caro vestido de las tiendas chic era impensable. Es más, cualquier tela que encontrara en el Infierno la delataría a las puertas del Cielo. Pues sí que es verdad, no había pensado en un detalle tan tonto como la ropa con que se iba a presentar. ¡Ni siquiera sabía cómo iban vestidas las hadas de verdad! A ver, ¿dónde había visto ella hadas de verdad? ¿Es que tenía alguna a mano? Había algunas series en la televisión que mostraban princesas y hadas con varitas mágicas y lentejuelas, pero no creía que fueran así en la realidad. Y las verdaderas diosas nunca se hacían fotos ni posaban para los reyes del mal. Una vez había pillado a su madre una foto de Garci con unas modelos australianas, pero aquéllas, a pesar de ser extremadamente guapas, no eran divinas sino simples humanas con rostros apabullantemente hermosos, ¡y estaban desnudas!
Pues la cosa no tenía fácil arreglo, y ella con ese rostro de musa sagrada es que no se podía pasear por las calles como si tal cosa, lo primero la iban a violar en un santiamén, y luego la denunciarían por estar en tierra de bandidos. Tenía que conseguir un disfraz o algo así. Se puso un pañuelo en la cabeza que había arrebatado a su prima antes de que llegara, y se cubrió el pelo rojizo y parte del rostro lo mejor que pudo. El sol todavía era abrasador así que, por suerte, seguían estando las calles desiertas. Apenas había pasado una hora desde que entró en casa de Betún, en realidad.
En eso que se disponía a echar a andar, escuchó un estruendo que ni los mismísimos rayos y truenos de Satanás. Miró hacia el lugar de donde provenía ese espantoso ruido y escuchó una voz que no podía ser otra que la de De Angelis. ¡Maldición, el mejor amigo de su padre pululando por el barrio! ¡A saber qué tejemanejes se llevaba entre manos el número uno de los mafiamen de las profundidades del Mal! ¡Y en un barrio tan impersonal como éste, qué mala suerte estaba teniendo con tanto encuentro fortuito!
-¿Pero qué ven mis ojos? ¿Una brujita mañanera? ¡A ver niña, quítate ese pañuelo que te vea bien la cara!
-¡Oh, Señor, se lo ruego, estoy aquejada de una lepra contagiosa y destructora! ¡Se lo ruego, no me humille teniendo que mostrar esta pesadilla a sus soldados, por el mismísimo Satanás se lo suplico!
-¿Qué? ¿Todavía existen esas enfermedades transmitidas por los humanos? ¿Qué eres, por qué tienes eso? ¡Aparta, no te acerques y habla con la boca tapada, por tu padre!
-Sí, Señor, sufro un castigo que no tiene fin, por algo que hicieron mis antepasados.
-Sí, ¿eh? ¿Y qué se te ha perdido por la calle a estas horas, pequeño esperpento?
Sonaron las carcajadas de todos los militares que acompañaban a De Angelis, mientras Rosalinda tuvo que aguantar cómo le metían una espada por debajo de la túnica para verle el trasero.
-¡Pues no tiene malas piernas, la condenada! Mire jefe, ¡si no fuera porque es una leprosa bien que nos íbamos a poner las botas!
-¡Oh, ahhhh!- gritó Rosamunda en su desesperación.
-¡Aparta cabrón! ¿No ves que ahora tendrás que deshechar esa espada para evitar el contagio?
Todo el mundo en el Infierno sabía que De Angelis era un aprensivo de narices, y que si algo no soportaba eran las enfermedades contagiosas. Había estado aguda Rosalinda, no se podía negar.
-Bueno, bueno, vámonos sin perder tiempo. Y tú, vieja podrida, no te pasamos a cuchillo por si las moscas, vete para la leprosería y no salgas de allí nunca más. ¡Si te vuelvo a ver te quedarás sin piernas, más que imbécil!
Rosalinda transpiraba de miedo. Ahora no sólo tenía que cambiarse de ropa sino que necesitaba una ducha, ¿cómo iba a presentarse en los cielos con esta pinta y un olor a sudor tan poco elegante? Pero, pensando un momento más en Mafiamen, ¿qué hacía allí De Angelis? ¿Y si seguía a la troupe y conseguía alguna información que le pudiera ser valiosa en el futuro? El riesgo de que la sorprendieran espiándoles era remoto, puesto que estaban borrachos y zancudos. A duras penas conseguirían avistarla si les vigilaba de lejos y por la espalda, y quién sabe qué podía descubrir.
Así que se agazapó dentro de su túnica, con los rizos del sedoso cabello bien escondidos, y corrió en pos del clan mafioso-militar. Estaban todavía nada más doblar la esquina, discutiendo de quién había sido la culpa de estrellar el jeep contra una farola, y De Angelis daba órdenes sobre cómo fijar los hierros en su sitio y seguir faenando. En unos minutos más consiguió organizarles para trabajar, mientras él se fumaba tranquilo un puro cobijado a la sombra de un árbol, y cuando hubieron terminado les echó unos escupitajos en la cara y se pusieron en marcha. Como el arreglo del motor era chapucero, no avanzaban demasiado rápido entre los surcos y los baches, facilitándole a Rosalinda la labor de perseguirles.
Con gran asombro por su parte, el camino que llevaba el convoy era el mismo que hubiera tenido que hacer ella para llegarse a su propia y mismísima casa. ¿Qué estaba pasando allí? Siguió extremando las precauciones hasta que se adentraron en la calle de los milagros, y no dio crédito cuando les vio marcar el timbre del número siete. ¡Era la casa de Juanorra!
Horrorizada, esperó a ver qué pasaba. Eran más de las dos de la tarde, así que su madre de sobras debía haber llegado de su juerga nocturna y andaría devorando alguna vianda o, peor, durmiendo la mona. Y nada más desagradable que despertarla haciendo la siesta. Le hubiera chillado al propio Satanás de presentarse a esas horas.
De Angelis llamó insistentemente y pavoneándose entre sus acompañantes. Todos parecían asustados de despertar a la bruja con la lengua más viperina y las garras más afiladas de todo el imperio, que bien conocida era. Sin embargo, su jefe parecía tenerlas todas consigo cuando aporreó la puerta y gritó el nombre de aquella afamada y fea vieja perversa. Siguió insistiendo tanto que consiguió despertar a algunos de los vecinos, que se asomaban a las ventanas y al ver tanto jaleo cerraban de inmediato. Nadie se las quería ver de cerca con el Angel redentor, como le llamaban a veces.
-¡Juanorra my dear!- dijo el infernal sujeto, haciendo acopio de su sabiduría idiomática - ¡traigo suculentas nuevas, abre, por todos los príncipes y en nombre de las musas!
Voilà! Había pronunciado la palabra mágica, “musa”, y apenas tres segundos después una llave inglesa poco reluciente y más bien resbaladiza voló desde la ventanuca del cuarto piso esquina derecha. ¡Clink! Los soldaditos de pro que acompañaban a De Angelis no hicieron más que reafirmarse, ¡vaya jefe bravucón que tenían, más valiente que los diablos y con las mejores influencias hasta en los barrios bajos! ¡Nada les detenía a él y a su banda de piratas! Muy ufano, se dispuso a recoger la llave del suelo, e inmediatamente Rosalinda desde su escondite tuvo que contener una carcajada al ver la cara de estupor del capo cuando ésta se le quedó pegada entre los dedos. La cerda de su mamá acostumbraba a comer mermeladas viscosas con las manos a estas horas, y seguro que había arrojado la llave por la ventana con los mismos dedos bien pringosos y chupados. ¡Así que el finolis de De Angelis, que se las daba de señorón de las altas esferas, no había conseguido infundir el respeto merecido! ¡Su madre desde luego que era la más caradura del reino!
Aún después del agravio, De Angelis decidió ignorar sus finezas y proseguir en su empeño. No dejaba de pensar en cómo iba a cobrarle a Garci un favor como éste. ¡Ni diez negocios con nikkeis eran suficiente premio para superar este mal trago, que además sólo había hecho que comenzar! Se dispuso pues a entreabrir el portal de la vieja, sin atreverse a pasarle la llave a ninguno de sus esbirros para que se moquearan del asqueroso mejunje que llevaba untado. Abrió con decisión y les ordenó que esperaran abajo, mientras él trataba de unos importantes asuntos con la bruja. Ni qué decir tiene el contento de los chavales, que, borrachos como cubas, empezaron a chillar y a despertar a todo el vecindario buscando chicas para pasar el rato. Las chiquillas adolescentes salían a los balcones a medio maquillar y azoradas por la novedad, mientras que sus hermanas mayores, más bregadas en estos menesteres, las apartaban rápidamente para ofrecer sus camisones y sus dientes de oro macizo a los jóvenes del Ejército del Mal. Escotadas, pechugonas, arrugadas, carnosas, afiladas, las había de todos los tipos, y todas se mostraban en su plenitud. ¡A pesar de estar el sol muy alto todavía, no eran tantos los días en que los prestigiosos soldaditos del primer escuadrón se paseaban por estas aceras tan poco glamourosas! En pocos minutos toda la calle estaba alborotada y los besuqueos y palmeteos se sucedían de un extremo al otro. Los balcones eran puro deleite de voyeuristas de mal gusto, y hasta el asfalto jadeaba humedades.
¡Vaya jolgorio que se va a montar a mi costa!, pensó De Angelis mientras subía pesaroso las escaleras que le conducían al piso de la fea Juana. Desde luego estaba más fatigoso que la última vez que vino por aquí. ¿Acaso vivía ahora más arriba la vieja leyenda? ¿O eran sus piernas y los años, que no pasaban en balde ni para los demonios más acicalados? Desde luego que tenía que hacer más deporte, a la vista estaba, se notaba el corazón acelerado, como si fuera un vulgar terrícola.
-¿Qué quieres, viejo despellejado? ¿Te sudan los huesos por mí o es que tienes alguna noticia que darme? ¡Anda habla que te cierro la puerta en las narices como sea otra cosa!
¡La respiración entrecortada del Angel redentor desde luego no era la de una gacela ligera y ágil! Sin embargo, ya le daría él a esa zorra unos buenos azotes para que le guardara el respeto debido a la autoridad más inmediata. ¡Vaya curvas que se le habían puesto con los años a la Juanita, por otra parte! Estaba como un queso de bola, y chorreaba mermelada por la boca ¡puaj! Quizá las noticias podían esperar y antes se podían dar un revolcón de mil demonios; aún recordaba los achuches de la vez anterior. Dos cerditos parecían, él atado a la pata de la cama y J haciendo unos sutiles trabajitos que le hicieron temblar por dentro y aullar por fuera, ¡madre mía! Era mejor no acordarse, le volvían los sudores fríos sólo de recordar los dedos como cuchillas y las peludas piernas de la vieja haciéndole cosquillas, ¡qué de sensaciones! No es que a él le fueran mucho las mujeres, pero ésta de fémina no tenía nada, si acaso de bestia. Fue después de aquella semana infernal cuando se la recomendó a su amigo Garcilaso como la plata más fina del reino, y desde entonces, oye, les habían entrado unos amores el uno por la otra que él no había vuelto a catar las suculentas grasas de…
-Bueno qué, ¿sueltas prenda o te voy a tener que torturar…?- se le escapó una sonrisita a la bruja, tampoco ella había podido olvidar las barbaridades que le hizo en la última rencontre, ¡qué sudores y qué amargura más placentera! Desde luego no era tan guapo como Garci, ni decía esas cosas tan poéticas que ella no entendía ni jota, pero ¡vaya miembro tenía el amigo, fofo pero más suculento que comer con los dedos! Estaba chorreando sólo de pensarlo.
-Bueno, pues a lo que íbamos. Hablemos de negocios, Juanita. Enfúndate esos muslos que perderé la cabeza y estoy para pocos trotes. Un achuche tuyo es que me deja inconsciente para una semana, así que no son horas éstas… ¡quita de ahí la mano, vieja zorra, que me pierdo y no estoy en lo que estoy! Ni sabes la de trabajo que tengo todavía para hoy, aún me toca subir para los cielos y cerrar un negociete que, si sale, me va a poner en la gloria maldita y en el top ten de la lista de elegidos de Satán, se le van a poner los cuernos más afilados que nunca cuando sepa lo que tengo entre manos… ¡Y tu Garci me mete en estos líos precisamente hoy, claro que sin él mi negociete al carajo igualmente! Así que cuanto antes te diga lo que tengo que decirte …
-Pero lucero, éste no es mi Angel Redentor de otrora, ¿qué han hecho contigo? ¿O es que ya no soy la que te pone más cachondo, condenado?
-Nada, nada, a otro zorro con esas carantoñas, tú resérvate que tienes mucha faena que se te avecina. Te traigo esta carta de los Cielos. Fíjate si será su necesidad que me ha hecho venir a mí para ponerte en guardia. Parece que el Bello Garci está como un caramelito pensando en tus delicias, así que tú verás.
-¡Nada me gustaría más, pero anda que están los tiempos buenos para idilios prohibidos! Satán y sus secuaces llevan un control riguroso de las entradas y salidas, y como no viajes con VIP o seas de la guardia militar, bueno ¿qué te voy a contar a ti?
-Sí, el otro día pillamos a una reinona, una drag queen de ésas, tratando de sobornar a un custodio para entrar en el Infierno por la puerta falsa. Debió pensarse que así vestida, o vestido, pasaría como uno más entre nosotros. ¡Jahh, a mí con esas tretas, si me las sé todas! Le he prometido al Jefe que aquí no se cuela un solo humano más, por muy perverso que sea, como no venga de esclavo. Así que ya no hay privilegios ni para científicos ni para pensadores, es más, los estrategas militares también están restringidísimos. Antes eran lo más inn, captar a un genio de la guerra aunque fuera terrestre, estaban valoradísimos y si fichabas a uno subías diez puntos de golpe en la escala del Ejército. ¡Pues ni ésos valen ya! ¡Ni siquiera la guerra está de moda! Con lo que ya te figurarás lo difícil que se han puesto las cosas para De Angelis&Co., es que no ganamos para disgustos.
-¿Y si yo me doy el piro de aquí por unos días?
-¿Ir tú por los Cielos, con esa pinta de vieja bruja que te gastas? ¿De qué, vieja chocha?
-¿Y quién te ha dicho a ti que mí me interesan los Cielos para algo? Putos ángeles, si no fuera por esa musa mala que me hace perder la cabeza, un zambombazo que les daba yo a todos esos cursis, ¡vamos que vomitaría sangre antes de poner una patita en ese antro de virtud!
-No, si desde luego no está hecha la miel… Bueno, pues vaya, ¿qué ocurrencia has tenido entonces?
-Pues pensaba en algo más lascivo, una noche en Pigalle, o en el barrio rojo de Amsterdam, o una cita en el Bronx…
-¿Estás pensando en citarte con Terminator en la Tierra, como hacíais de pipiolos?- reparó De Angelis asustado y animado a un tiempo. -¡Claro, es una idea genial! ¿Por qué no se me habrá ocurrido a mí?
-Lo ideal sería un escenario bélico. Una buena tunda de palos entre tribus rivales, ¿cómo se llamaba aquel genocidio africano, Ruanda Burundi? Un festival como ése no he visto yo igual, aquí es que nos relamíamos por la tele viendo la sangre, las cabezas cortadas, los miembros mutilados…
-Sí, ésa sí que fue una buena matanza. ¡Qué tiempos! Pero de todos modos como en las épocas medievales no he vuelto a ver nada tan hermoso. Eran unos cuerpo a cuerpo fabulosos, donde la sangre humana es que estaba para chuparse los dedos. Y además nos venían uno a uno, se mataban a cañonazos y no con esas bombas de ahora. ¡Hala, tiran un racimo y de golpe y porrazo se nos acumula la faena! ¡Miles de moribundos debatiéndose entre el Infierno y la nada! ¡Y sino con la moda de las inmolaciones por Alá! ¿Qué mosca les habrá picado? Mueren como héroes, y buenos son luego para que les convenzas de que se vengan contigo a fregar suelos, quitar ladillas y lavar culos de vieja. ¡Jahhh! Se ponen violentísimos y aporrean las puertas del Bien hasta que caen desfallecidos. Vamos, que si no fuera porque las puertas del Cielo están insonorizadas y a prueba de bomba nuclear, ¡buena la que les había caído ahora con los protegidos de Alá!
-¡Este Dios, o Alá, o como se llame, es que es un caso, mira que no avisarles de nada! De todas formas es que es un tío que no es nada natural, porque Satán, pues tendrá toda la perversión que quieras, pero oye, es legal dentro de sus cosas, lo llamas y se encuentra, le pides algo y te hace una pifia, pero, ¡coño se manifiesta! Además, que se pasea por las fiestas cuando menos te lo esperas, y anima un entierro si es necesario.
-¡Sí señor, ése es mi Jefe! En cambio Dios, te doy la razón, Garci dice que es un tío serio y bondadoso, pero desde luego vamos, soso como nadie. Buena prueba de ello que cuando Garci se va con él de parranda por alguna mision divina, vuelve como pájaro enjaulado y con más ganas de fiesta, alcohol y sexo que unas castañuelas… ¡Si es que esa gente no se relaja! Y además, vaya cara, porque los humanos es que no paran de esforzarse y hacer méritos, ¿y cuántos conoces tú que luego hayan entrado a conocer las mieles del éxito?
-Terminator lo dice bien clarito siempre. ¡Menudo montaje tienen ellos como para que venga nadie a fastidiarles el invento! No trabajan, no se ensucian, no necesitan ni servicio, como aquí, así que, ¿de qué les servirían cuatro matados paletos de pueblo? Vamos, que no es que me den envidia, porque por no hacer faena es que ni comen, sus cuerpos celestiales no tienen necesidad alguna. Sin embargo, insisto en que a los humanos los tienen engañados de por vida, y luego se la pegan contra un muro de silencio. ¡Porque a Dios que le busquen, que le busquen, a ver si se manifiesta!
-Alguno que otro lo ha conseguido, pero de no ser algún genio virtuoso que les sirva para sus fines… Aunque de eso me está vedado hablar…
-¡Ya estamos con los misterios! Garci se comporta exactamente igual que tú, en cuanto empieza la conversación a ponerse interesante os vais por el foro y si te he visto no me acuerdo. ¿Qué carajo de planes archisecretos os lleváis entre manos los unos contra los otros?
-Es una contienda sin fin, bien lo sabes. ¡Mis labios están sellados y ni por una vieja sabuesa como tú haría una excepción!
-¡Ah, qué rabia me da este secretismo! Pero ni el propio Satán conseguirá quitarme el sueño con sus planes universales. Al cuerno con vuestras pesquisas para conquistar el Universo. ¡Nunca será vuestro! ¡Nunca será de nadie! He leído que está en constante recesión-expansión y que es más poderoso que diez Dioses y Satanes juntos, y que ni el Bien ni el Mal conseguirán conquistarlo y atraerlo para su causa. ¡Jah!
-¡Mira qué bien, ahora además de puta te has intelectualizado! ¿Es que en este vecindario de baja estofa reparten prensa ahora? ¿A qué fines?
-El internet funciona para todos, idiota.
-¡Maldito instrumento! Esos humanos lo van a pagar caro, acabaremos con sus medios digitales de largo alcance antes de que puedan hacernos algún daño.
-¿Desde cuándo les habéis cogido miedo a los terrícolas? ¡Esto es nuevo!
-No seguiré chismorreando con una vieja bruja como tú. No puedes saber más de lo que sabes. Así que volvamos al tema que nos ocupa, Juana, ¡por tu padre!
-¡Mi padre! ¡Ese sí que era un héroe! Tú a su lado eres un mequetrefe, así que ni le mentes.
-¡Eres incombustible, vieja arpía! ¿Entonces dónde quieres preparar el encuentro?
-Mejor aún, ¿cómo saldré del Infierno?
-Eso te lo arreglo fácil. Unos trabajitos bien hechos a los guardas Cabeza Cortada y Cabeza Rota, y el mundo es tuyo, pendeja.
-¿A esos dos inútiles? No sé si querrán siquiera, la última vez que les pedí un favor tuve que salir por las patas cuando se me escapó un mordisco y mutilé a uno de ellos.
-¿Qué me cuentas? ¡Si te tienen por una vieja gloria! ¡Cabeza Rota dice que no han vuelto a morderle el miembro con esa fiereza y que haría por ti lo que le pidas!
-Pero si casi se desangra…
-Sería por eso, si no tiene medio dedo de cerebro…
-Pues mejor que mejor. Yo le babeo lo que haga falta, mi Garci se merece eso y mucho más.
-¡Di que sí, chochita! Entonces, ¿dónde quieres que formalice el encuentro? Como zona caliente, desde luego el Oriente Medio está más on fashion que nunca…
-No, mejor no. Recuerda que el príncipe blanco no soportaría un evento muy sangriento.
-¡Si es verdad! Pero bueno, y digo yo, ¿qué le habrás visto tú a ése? Conmigo tenías que haber caído, y menuda la que íbamos a montar…
-¡Sí, sí...! A ti te van los marineros y los culos en pompa, me dejarías a la primera de cambio, tú no me miras como me mira él.
-Pues sí, eso sí que tienes razón. Bueno, venga, ¿entonces qué quieres? ¿Un sitio romanticón o qué?
-París es la ciudad de la que siempre habla el Angel, y allí nunca hemos estado. Claro que... una cita en la Torre Eyffel, pongamos por caso, o en Montmartre, y creo que me darían vómitos. Algo más perverso necesito...
-Aunemos voluntades, pues. Que sea París, la ciudad del amor, pero en un antro repleto de alcohol y putas. ¿Qué opinas?
-Supongo que en un lugar así, aunque fuera París, sabré cómo moverme.
-Tampoco creas, a la larga no hay tanta diferencia en el look de una puta de Pigalle y una divina infernal. Metido en faenas ya es otra cosa, y desde luego tu fealdad es que es inigualable... pero sí, allí te sentirás más cómoda y conseguirás que nadie te identifique con las fuerzas del Mal más oscuro.
-No se hable más, pues, viejo carcamal. ¡Y ahora démonos un revolcón, quiero ver esa salchicha que tienes escondida, a ver si está tan pelleja como tú!
Juanorra comenzó a desvestirse con desparpajo, mostrando sus carnes flácidas y ajadas, los pechos colgantes, las nalgas peludas y las patorras de puerco espín que habían hecho de ella una negra leyenda. De Angelis se relamía las barbas de gusto mientras contemplaba la antesala de la gloria. Se le removieron las tripas y el culo se le hizo mantequilla mientras se carcajeaba con las cosquillas que le hacía la vieja.
Pigalle, Moulin Rouge. no se me ocurre mejor lugar para ese encuentro tan curioso.
ResponderEliminarseguro que, al menos, temblará París. La diversión está asegurada (o eso parece) para esta vieja puta y ese angel guapo. Que se diviertan y disfruten la noche parisina, y tu cuentanos,lo prontito. un beso
CARLOS: no sé si París aguantará tanto glamour invertido!!! pero dicen que en esa ciudad cabe todo... un beso
ResponderEliminar-Bueno qué, ¿sueltas prenda o te voy a tener que torturar…?
ResponderEliminar¡Pues deberías torturarme!, pero me quedo con el final, definitivamente el final fue lo mejor, y es que tan bueno fue, que Juanorra mola. Un beso.
MONDRAGÓN DE MALATESTA: sí que mola sí, de puro vieja resabiada y reinventada a sí misma...
ResponderEliminarEs que reinventarse es algo que no pasa de moda y funciona siempre. Me encanta estas mescolanzas en las modas, los tiempos y los lugares que propones para esta historia tan rocambolesca y simpática de brujas, que se pasean por presentes, pasados y futuros con toda su sabiduría a cuestas.
ResponderEliminarEso de Oriente Medio como zona caliente que resulta muy fashion casi me tira al suelo de la risa, pero Paris. Ay, Paris, en esa ciudad puede ocurrir cualquier cosa.
Espero el siguiente capítulo, para seguir disfrutando de esta Juanorra, De Angelis y todos los demás!
besitos
JO GRASS: París es mucho París, pero oye una buena tunda de Oriente Medio tampoco les sentaría nada mal a Juanorra y su sed violenta... todo se andará agrrrrhhhhh
ResponderEliminarHoy la bruja ha muerto al fin
ResponderEliminarDe un besito en la nariz (8)
MONDRAGON DE MALATESTA: de muerta nada, estás viva la virgen que tú y yo! en breve la reencontrarás...
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