El club de las brujas

El club de las brujas

jueves, 19 de julio de 2012

DIECIOCHO: ANGELES Y DEMONIOS DE RAMERAS EN PLACE VENDOME



Satán estaba cada vez más preocupado. ¿Y si aquella “Energía oscura” acababa por destruirle su Reino? Aunque, bien pensado, quizá podría negociar con ella, con la Energía, una salida por lo bajinis, y listo. Esta idea le barruntaba la cabezota desde hacía un rato. Otro whisky más y daría con la solución al problema. Claro, porque, en definitiva, ¿lo que buscaba él no era un retiro honroso? ¿Pues no había dicho mil veces lo cansado que estaba de batallar? Y por otra parte, cualquiera dejaba el Reino en manos de los inútiles que le rondaban. La esperanza del Mal era el Redentor, De Angelis, de eso no cabía duda. Pero últimamente se le iba la olla con algún amorío que le tenía descentrado, si lo sabría él, que le conocía más que a su sombra. Era un militar de cabo a rabo, eso desde luego, pero le había pillado en unos renuncios quepaqué… 

Bueno, su última oportunidad era la misión de la bruja piruja ésa de Nowhere’s land y la maldita fabricación de Energía oscura. ¡Pero, eso sí, como fuera otra patraña de aquel liante, de ésta lo defenestraba de todos sus cargos y lo ponía de patitas en la puerta de la leprosería, por sus ancestros que sí! Y entonces, ¿quién le quedaba? El sibilino Valenciennes, pero le faltaban dotes de mando. Era, cómo decir, un intelectual, sí, pero no era burrote ni sabía levantar la voz, vaya acento de mariconzuelo que se gastaba, y era mucho Infierno aquel Reino para un pusilánime con cara de niña abobada. Necesitaba un profesional con las pelotas bien puestas, vamos, que supiera pegar un golpe de voz y mando. Valenciennes era capaz de instaurar una democracia o algo peor, o de convertir a sus demonios en universitarios, con esa manía del conocimiento que tenía. Después suprimiría las armas en aras de la paz universal y que se dieran por jodidos, porque una baza así la aprovechaba cualquiera para colonizarles y darles por detrás. Ese era el problema, Val era un ingenuo, que pensaba que con argucias intelectuales nada más se conquistaban las tropas enemigas. No, definitivamente no podía dejar el poder en sus manos porque en unos años estaban todos esclavizados por alguna otra civilización.

Por eso mismo, y si dejaba que se fueran al carajo, devorados por la Energía ésa, y a cambio negociaba una salida por el foro y a malvivir. ¡A descansar! Ahora que, Él sólo no podría conseguirlo, porque las fuerzas del Mal y las del Bien existían la una por la otra, así que nadie le concedería su propia destrucción y retirada sin un acuerdo recíproco. Lo que tenía que hacer era hablar a las claras con Dios y proponerle que se lo montaran juntos. Total, Dios estaba en las mismas, se le notaba en la mirada ausente y en los gestos de profunda desidia y apatía. Es más, en la última partidita de cartas que jugaron hasta se echó una cabezada que le dejó el triunfo en bandeja. Que sí, que tenía más ganas que El mismo de dejar el mando. Claro que, a la destrucción del Reino del Bien, quizá no accediera tan fácilmente. A Dios le importaban mucho sus súbditos, no como a El, que le tenían hasta el moño. Y firmar su sentencia de aniquilación  no era moco de pavo.

Por otra parte, a la Energía ésa dónde la podrían encontrar. Quizá estaba aliada con Universo, y entonces sí que tenía más argumentos para involucrar a Dios en sus planes perversos, porque si había un ente al que el Celestial le tenía verdadera manía, ése era Universo. Todo porque le estaba restando protagonismo de forma trepidante. Las encuestas de audiencia decían que el Divino tenía cada vez menos seguidores e idólatras. Y los centros de culto de los terrícolas no digamos, daba pena verlos hasta en los días más señalados. Eran tiempos de ciencia y razonamientos, tiempos de materia y sapiencia, y nadie quería creer en lo que no veía con sus propios ojos y tocaba con sus manos. Así que el Más Allá tenía los días contados. Salvo que ocurriera algo verdaderamente apocalíptico que devolviera la fe al mundo.

En cambio, Universo estaba exultante. Jamás le invitaban a sus reuniones de  trabajo, pero le habían intuido en más de una, se les colaba como si tal cosa y escuchaba todos sus siseos, vamos que estaba por todas partes y en crescendo. Los humanos tenían esa ansia de saber, de viajar por encima de sus posibilidades gravitatorias, y estaban construyendo cada vez naves más potentes con que investigar lo que había fuera de su planeta. Y claro, descubriendo descubriendo, cada vez tenían un trato más de tú a tú con Universo. Y en cambio, con ellos dos, ¡que si quieres arroz Catalina! Estaba muy bien eso de que Dios había creado el mundo en unos cuantos días, y las aguas, y las aves, y a los monos, y después a los humanos, ¡je! Pero, ¿dónde se había metido después? ¿Tumbado a la bartola mientras el Demonio hacía de las suyas? Era todo tan incomprensible para ellos, los de abajo, los mortales, que habían acabado por pensar que no existían ni el uno ni el otro, y hasta peligraban los conceptos del Bien y el Mal, tan claros otrora. Y es que, desde que se inventaron lo de la teoría de la relatividad, el mundo había dejado de serles amable.

Si, al menos, su contrincante accediera a mostrarse de cuando en cuando, decirles alguna cosita al oído, una imagen en movimiento, sangre fluyendo de alguna de sus estatuas, una aparición, un nuevo Lourdes… qué sabía él, pero esto de no quererles mostrar ni una pizca de cercanía y tenerles en ascuas… ¡es que no había ni apariciones como antaño! Así les iban las cosas, claro. Para él que se habían confiado demasiado, como les dijo el mago Maggiore en su magistral intervención de la última Conferencia. ¡Vaya si tenía razón! Y ahora quizás era demasiado tarde y las cosas se les habían ido de la mano. ¡Razón de más para pillarse una jubilación anticipada y cargarle a alguien con el muerto!

Todo esto había que explicárselo a Dios y convenir con El en que mejor negociar una salida discreta y sin escándalos, a buen precio, que acabar todos humillados por aquellos entes de última generación que les iban a dejar en el paro y sin derecho a desempleo. No había que engañarse, ya no estaban para estos trotes, que si satélites de onda expansiva, guerras bacteriológicas, viajes lunares para turistas, y luego el internet, que había comenzado como un arma de espionaje militar y mira ahora, ¡les tenían fritos a interferencias! Los humanos les estaban superando, nadie quería verlo, pero era una realidad. Se habían dormido en los laureles y ya no había quien parara la evolución, pero él desde luego sería más listo que nadie y se anticiparía a la debacle que les esperaba… y necesitaba a Dios como nunca en su tirana existencia.
*
Valenciennes había llegado con retraso, y parecía una ramera de los barrios bajos.
-Pero mujer, ¿cómo te presentas con esta pinta? ¿Así es como quieres entrar en el hotel más lujoso de París?
-Archifranco, ¿pero eres tú? ¡Coño, pareces un árbol de Navidad! Archi, mi príncipe, ¿pero por qué vas tan enjoyado? Y con esos tacones, por tu padre, pero si no podrás ni andar…
-¿Que no? Yo soy un profesional de la performance, mi viejo. Y si digo que vengo de princesa, pues eso.
-Dijimos de putillas, ¿no?
-De féminas, hermano, de féminas. Y tú has confundido el término con lo único que hay por aquellos lares, golfas de poca categoría. Trae aquí, vamos a entrar en ese bar de tu amigo como se llame, y te haré unos arreglos en la trastienda. ¡Menos mal que pienso en todo!
-A veces eres peor que una marujona. Pues yo que me veía su aquél y todo con estos labios rojos y el pelo a lo Grace Jones.
-Pasa, si te hubieras puesto al menos unas medias tupidas, ¡pero es que se te ve una pelambrera que no hay quien se la acabe!
-Habrá a quien le de morbo…
-Si fuéramos a ligar, so pendoncete… pero es que resulta que me has liado para una misión importante y concreta, ¡y no para un folletín de tres al cuarto!
-Archi, amigo, es que no pasas ni una. Pues una juerguecilla yo estando aquí ya me la pegaba, y luego nos ponemos en faenas serias con mejor disposición.
-¡Es que ni los cuerpos de élite os salváis de las brasas y del golfeo! ¿Pero tú crees que yo he interrumpido mis estudios y quehaceres para pegarme unos dancings contigo? Eso, por no decir cosas más vulgares que no quiero ni mentar… Con la de hadas estupendas que tengo yo en el Cielo para elegir, anda que me iban a pillar aquí con una pelandrusca…
-¡Qué sieso eres! Bueno, pues hala, sin perder más tiempo vamos a ver esos apaños que quieres hacerme. Ya vendrán tiempos mejores. ¡Y anda con más garbo, que mucho tacón pero pareces un pato mareado!
-Sí, en eso te doy la razón, estas sandalias tan chic cómo son de incómodas. Y eso que son unas Charles Jourdan, el pobre cada año nos envía ni sé la de modelos para ganarse un puestecito bien apañado en nuestro reino, y yo es que no sé ni dónde meterlos. Pobre infeliz, a ver qué se encuentra el día que llame a nuestra puerta, porque estos favores mundanos no están nada bien pagados.
-Bon jour, Pierre, mon ami. Comment ça va?
-Oui, Mademoiselle?
-Ici Valenciennes, eo!
-¡Valenciennes, qué alegría verte, ni te había reconocido así de camuflaje!
-¡Oh, hay que ver cómo has aprendido nuestra lengua inmortal! ¿Qué pasó?
-Un coma de nada, veinte días con un pie aquí y otro allí, y entre tantas luces y sombras pues aproveché para coger un poco de culturilla.
-O sea que, ¿pudiste ver algo de lo que te espera? Si me llegan a avisar de que estabas entre pinto y valdemoro, te hubiera hecho una visitilla...
-Ya me hubiera hecho falta, ya... Aquí nadie cree lo que cuento, piensan que son alucinaciones de comitoso. Pero yo vi lo que vi, y de nubes esponjosas y hadas buenas con alas, nada de nada. No dejé de estar inmerso en túneles vidriosos y más oscuros que la noche cerrada, pensé que me había quedado ciego y sentía mi cuerpo como flotar. Y luego recuerdo convulsiones, dolores, en fin, nada agradable. Espero que el día que la palme del todo sea otra cosa- dijo Pierre, guiñándole el ojo al diablo.
-No temas, bandido, que yo te estaré esperando cuando sea la definitiva, ¡y con todo lo que te tengo prometido tu muerte será jauja, descuida! ¿Qué opinas, Archi? Os presento, mi amigo Archi, mi amigo Pierre. 
-¿Es uno de los tuyos?
-Sí, y no. En fin, no podemos decirte mucho, pero estamos en una misión secreta y necesitamos tu inestimable colaboración.
-Faltaba más. ¿En qué puedo ayudaros?
-Lo primero es lo primero. Necesitamos ir a la toilette.
-Está bien, ¿a la de mujeres o a la de hombres?
-Mujeres, claro.
-Claro, claro. Aquí os espero. Os voy poniendo algo.
-Una baguette bien pringosa de mantequilla para mí.
-Oh, nada, gracias, llevo mi oxígeno conmigo. Hasta ahora.
-¡Ay! ¿Pero qué haces?
-¡Pues arrancarte estos pelillos de la barba, que así no hay quien se crea que eres una dama!
-¡Las piernas ni las toques, que me haces polvo!
-Vete poniendo estas medias negras y así lo disimularemos. Y ahora, un poco de maquillaje claro, estos pendientes de pedrería, y quedarás un pelín más fino. Quiero decir “fina”.
-Con lo bien que me iba de ramera canalla.
-Pero para el Ritz, pues no le va.
-Bueno, a lo que íbamos, ¿trajiste el elixir ése de juventud?
-Son estas bolsitas que me coloqué dentro del sujetador, así me dan más volumen, porque llevan aire comprimido para proteger y aislar las células embrionarias.
-Bien, ahora tenemos que encontrarles. Preguntaremos a Pierre lo primero, ese viejo zorro se cosca de todo lo que pasa en esta plaza.
-¿Y ese Pierre merece tu confianza? Parece mentira, un mortal y tú tan tranquilo contándole nuestras intimidades. No me parece nada seguro.
-Los demonios necesitamos aliados, chérie. Además, este hombre está encantado de ponerle un poco de salsa picante a su vida. Le tengo dicho que con cada colaboración que me presta, saldrá a un favor prestado para su próxima vida infernal. Y le he enseñado unas fotos de brujitas que está lamiéndose los dedos y muerto de ganas de morirse, valga la redundancia.
-¿Pero qué brujitas? ¡Si son feas del demonio!
-¡Y él qué sabe! Yo le muestro fotos de modelos de las revistas y él se traga que son amigas mías.
-¿Cómo puedes hacerle eso? No tienes corazón.
-Exacto. Dejémonos de sensiblerías.

-Bueno, mi buen amigo. Pues tenemos una  misión muy importante esta vez. A ver si puedes ayudarnos. Vamos detrás de la pista de una pareja de tortolitos que se aloja en el Ritz. Y con lo cerca que te queda, nos preguntábamos si no habrás visto nada fuera de lo corriente estos días. Quizá hayan venido por aquí a tomarse una cervecita… ¿Has visto gente “diferente”, o que hablaran como éste y yo?
-Pues mira, sí, ahora que lo dices, esta mañana vinieron dos tipos pero que muy raros. Una mujer y un hombre que no paraban de pelear.
-¿Peleándose? ¡Eso sí que sería raro! ¿Los podrías describir?
-Desde luego que no se me olvidan. Ella era espantosamente fea, vomitiva para ser exactos. Llena de pelos por la cara, casi con barba, y grasienta, y con una nariz de cortar.
-¡Es ella, es ella!- exclamaron ambos excitados. –¿Y de él, que nos dices, bello como una escultura griega?
-¡Hombre, no diría yo tanto! Un chiquilicuatre con pinta de soldadito raso, para ser sincero.
-¿Y de qué hablaban?
-Pues se pelearon primero en la puerta, porque ella quería quedarse a comer unas tapitas y el chiquilicuatre parecía tener prisa, tenía cara de preocupado y miraba a todas partes como si les fueran a reconocer en cualquier momento. En cambio, ella estaba tan pancha.
-¿Y qué pasó?
-Pues que acabaron sentándose en la barra a pedir un tentenpie rápido. Aunque ella se metió tres lingotazos de vino en un momento en que él se fue a la toilette. Iba completamente beoda.
-Sí, no hay duda de que era nuestra pérfida bruja. Pero él… se me escapa quién fuera. Quizá se hizo acompañar por algún esclavo. ¿Y pillaste algo más de su conversación?
-Pues bueno, tenían un acento de lo más difícil, sobretodo ella, que no vocalizaba nada. Eso sí, se sabía cuatro o cinco palabras en francés que repetía constantemente. Además que no veas la de gente que tenía por aquí desayunando. Pero pude pillar alguna cosilla, sí. Oye, ¿no me estaré metiendo en un lío con tanto palique?
-Pero Pierre, bien que lo sabes, que te estás ganando la inmortalidad, amigo. Menudas juergas que te esperan a mi lado en cuanto cruces el umbral, ¿ya no te acuerdas de las pibitas que te tengo preparadas? ¿Qué te crees, que eso lo tiene todo el mundo, eh?
A Pierre le babeaban todos los sentidos y el pitirrín se le ponía tieso de pensar en el Infierno. ¡Con la vida tan aburrida que llevaba desde que tuvo que dejar el cuerpo de aviación militar! Total, por una lesión que, en vez de conseguir enviarle al otro barrio, le dejó impedido de una pierna y con más vida por delante que los gatos. Así que se decidió por regentar el bar que su padre le había dejado en herencia, y ahora no tenía más alegría que las turistas que pasaban por allí, y de vez en cuando, este demonio de Valenciennes, que le había prometido un lugar en el paraíso después de muerto. Sólo le quedaba esa ilusión, pecar y pecar por todo lo que llevaba de penurias aquí en la Tierra.
-Pues como os iba diciendo: la señora esa tan fea y el chavalín hablaban en voz baja y mirando a todos lados, sobretodo él, pero con la excusa de que no me puedo mover mucho con la silla de ruedas, me puse a su lado como si leyera una revista y capté parte del bacalao que se llevaban entre manos.
-¿El bacalao?- dijo Archi.
-El meollo del asunto, es jerga de aquí, darling. –le contestó Val impaciente. –Prosigue.
-Pues resulta –continuó Pierre, poniéndose más y más interesante a medida que captaba la intriga de ambos -que querían comprarse unos trajes de faralaes, de baile flamenco, y montar un chou en el hotel.
-¿Cómo? A ver si no va a ser ella…
-Yo sólo os digo que él parecía muy reacio, y ella muy dispuesta. Lo sé porque me pidieron una guía de tiendas de disfraces y todo.
-¿Y dónde se dirigieron?
-Para mí que no encontraron nada. Tengo que admitir que estuve un momento despistado, la próstata que no perdona, y al volver escuché algo como que entrarían desnudos al bar a las ocho y que se armaría una buena. Claro que estoy un poco sordo del oído derecho y podría ser que lo hubiera entendido mal.
-¡Es ella! –repitieron al unísono.
Miraron el reloj que se habían agenciado. Eran más de las tres de la tarde, así que hasta las ocho les restaban cinco horas para preparar una estrategia.
-¡Mi buen amigo, esta vez te has ganado una perra gorda! ¡Una orgía de cuantas mujeres puedas desear a un tiempo tendrás esperándote! ¿Y has visto alguna cosa más a destacar?
-Bueno, no sé si tendrá importancia. Hace un rato, no mucho, aparcó un impresionante Rolls ahí enfrente, lo cual no sería nada fuera de lo normal, de no ser porque se bajó de él una doncella bellísima, que se desmayó en medio de la plaza.
-Ah, ¿y ha entrado en el hotel?
-Si, un apuesto galán la recogió y la llevó con él. Lo que me escamó fue que el cochazo en el que ella llegó, salió de estampida en vez de socorrerla.
-¡Sí que es raro! El hombre dices que era un galán, ¿y eso qué es?
-Un galán, un caballero muy elegante. Le tengo visto porque se deja caer mucho por el barrio con damiselas de todo tipo. O bellísimas o riquísimas, nada excepcional tampoco, claro.
-Eso empieza a ser interesante. –los dos se hicieron un guiño, a buen seguro que se trataba del bello Garcilaso. Ya les tenían en el bote.
-Mon cher, nos has sido de una ayuda inestimable, sabré cómo recompensarte. Hasta más ver.
Pierre se quedó tristón. Con la de locuras que le esperaban, y él aquí, impedido y quién sabe por cuántos años más…     

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