Pero qué ganas de llorar que le
venían ahora. Si es que, con lo sobre ruedas que iban sus planes, y ahora se le
iba todo al traste, y lo que es peor, ¡la culpa era suya! ¿Quién le mandó dejar
la puerta abierta mientras se daba una ducha? Recorcho, en su casa que siempre
se cerraba a cal y canto para evitar las pifias de sus hermanos y las bromas de
su madre, y aquí va y cae en un error garrafal como ése. Cierto que escuchó
unas voces de lejos, pero el chorro de agua le impidió distinguirlas con
claridad, y pensó que sería de nuevo su bello padre, ¿quién sino? De repente,
se apagaron todas las luces y aquellas bestias la estiraron del pelo hasta
sacarla de allí. Le taparon la boca con una toalla y la metieron dentro de un
saco, donde pataleó y pataleó hasta que se quedó sin fuerza. Y ahora estaba en
aquella otra estancia, tan parecida a la anterior pero más lúgubre, con todas
las cortinas cerradas y con aquel olor tan fétido. Primero pensó que sus
raptores eran mujeres, por las melenas rubia y pelirroja de cada una. Después,
sin embargo, percibió que las voces eran ligeramente masculinas, y no había
duda de que las manos no eran las de unas damas. Se les entendía perfectamente,
a pesar de que utilizaran una jerga en clave, por lo que tampoco eran mortales.
-¿Pero tú estás seguro de que ella
es la elegida?
-¡Si lo sabré yo! ¿Ves estas
escamas? Es lo que les pasa a las brujas cuando salen de paseo por el exterior,
no cabe duda…
Rosalinda se miró con horror, ¡era
cierto que su bella y tersa piel se estaba escamando! No sabía si llorar por su
efímera belleza, o porque la hubieran apresado. Pero si lo pensaba bien, nada
en el mundo que no fuera su ascenso a Celeste le importaba lo más mínimo, tan
sólo ansiaba ser bella como un hada y vivir en el reino de su padre. De no ser
eso posible, se uniría a los deseos de Betún de pasar por una común mortal. Y
ahora esto, ¡a saber qué querrían de ella!
-¿Tienes preparado ese invento
tuyo?
-Extraigo las células reparadoras
de las bolsitas del sujetador y estará listo. Hay que inyectarle una dosis bien
precisa, no vaya a ser que nos pasemos y se convierta en un bebé de teta.
Acómpañame al cuarto de baño, vamos a prepararlo todo.
Las escamas se le pusieron de punta
esta vez a la brujilla. ¿Pero qué tenían pensado, qué querían inyectarle? Como
si fuera poco todo lo que se había metido ella entre pecho y espalda, y ahora
querían utilizarla de conejillo de indias para quién sabe qué experimento. A
pesar de tener las muñecas bien apresadas con hilo de alambre, consiguió
retorcer su todavía esbelta figura y marcar las tres cifras de la habitación de
Garcilaso con los dedos de los pies. Suerte que había memorizado el número de
la llave que G llevaba todo el rato colgada del cinturón mientras la acompañó. De otro golpe
descolgó el auricular, y así fue como pudo pedirle auxilio, antes de que
aquellos dos monstruosos seres volvieran para interrumpirle la conversación. Confiaba
en que el frivolón de su padre no se hubiera visto todavía con su madre y le
quedara algún atisbo de sentimiento por ella en el corazón, porque era su única
esperanza de éxito.
Aquellos dos indeseables la
abofetearon y trataron de sonsacarle con quién diablos hablaba, la muy ladina.
Vieron que no había marcado el número de la habitación en donde la encontraron,
sino otro bien distinto. En un momento sacaron una máquina digital de última
generación y accedieron al sistema informático del hotel, con lo que tenían
localizado a Monsieur Duciel en menos de dos minutos. ¡Qué tíos más listos! Su
padre y Angelis tenían lo que quisieras de fuerza bruta, espadachines, cuerpo a
cuerpo, pero para la tecnología punta, qué cosas, era como si hubieran llegado
tarde. Les repelía, y fíjate cómo se demostraba ahora que más valía maña que
fuerza. Hay que ver lo rápido que le habían fichado, con dos teclas de nada y
ya ves tú, ¡no somos nadie!, pensó Rosalinda.
-Dinos, mi querida niña, ¿pero qué
temes de nosotros? ¿Dónde pensabas ir de paseo, eh? Quizás a flirtear con algún
apuesto soldado y a sacarle unas compritas con su última paga, ¿sí? Dinos quién
es, guapa, y no te pasará nada de nada. Somos inofensivos, pero no podemos
dejarte aquí, desprotegida, entre humanos salvajes y animales que están por
domesticar. ¿No entiendes el peligro que corres? Si supiéramos quién es tu
novio, pues eso ayudaría a esclarecer las cosas. Es más, me atrevo a decir que
podremos satisfacer tus ansias consumistas con cuantos vestiditos quieras,
siempre y cuando nos cuentes la verdad y toda la verdad…
-Mi papá es poderoso. El más
poderoso de los inmortales, y cuando sepa lo que habéis hecho la ira divina
caerá sobre vosotros como una losa. Ya os he advertido.
-¿Tu papá? ¡Ay qué risa!
-Cállate y déjame a mí, Val, que lo
vas a estropear todo, y para conseguir el éxito del experimento es mejor contar
con su voluntad que sin ella- le cuchicheó Archifranco.
-¿Tu papá es quien te acompañó en
el viaje? ¿Es acaso un militar tu papá?
-¡Mi papá no es de este mundo ni
del vuestro, patanes!
-¿Monsieur Duciel es tu papá?
-¿Eh?- Rosalinda no tenía ni idea
de ese apodo de su padre en parisino.
-Ya veo que no le conoces por ese
nombre. Me temo que tu papá tiene otras muchas ocupaciones antes que tú,
brujita. Lo que no acierto a averiguar es cómo has conseguido ese físico tan
estupendo. Ahora, que no eres la primera que lo intenta. ¿Qué es lo que
pretendes? Permanecer en la Tierra y vivir una vida con principio y fin, ¿es
eso lo que te gustaría?
Te advierto, pequeña, que la
belleza es efímera, y también aquí se te acabará, por mucha fórmula que te
aprendas. Los años de juventud de una común mortal son tan duros como los de
una bruja. Duran un poco más, con los tratamientos de belleza, los gimnasios,
las operaciones, pero te advierto que desde los veinte la cuenta atrás no
perdona a ninguna de ellas, y se pasan el resto de su corta y absurda vida
tratando de ganarle la partida al paso del tiempo. Y para ellas un segundo de
más es una célula que no se regenera, así hasta que la piel se les arruga toda
y, en el mejor de los casos, mueren de viejas. ¿Es eso lo que deseas?
A Rosalinda se le pusieron los
pelillos de punta. ¿Era así con todas? ¿Con las modelos con las que salía su
padre también? Archifranco pareció que le leyera el pensamiento.
-Sí, también esas guapas vedettes
de revista. Se aguantan con liposucciones y estiramientos, pero una vez que
pasan los cuarenta, raro es que las vuelvas a ver delante de una cámara. Y
pensar que nosotros, de entre todas las brujas del reino del mal, te habíamos
elegido a ti para la prueba piloto jamás estrenada. Sí, no me mires con esa
cara. Lo de pasar de una vida a otra lo habéis intentado todas antes o después.
¿O crees acaso que tu madre no intentó rebelarse contra su destino? Pues
también ella fue joven y soñadora, muchachita, aunque no puedas imaginarlo
ahora, que danza con ese buche insaciable y los surcos le comen el rostro. Y
una tras otra, vais fracasando y volviendo a vuestras vidas circulares
miserables. Sin embargo, tú ahora tienes la oportunidad que todas ellas
querrían arrancarte de las manos. ¿No irás a desperdiciarla?
-¿Qué oportunidad?- balbució
Rosalinda.
‘Ha picado’, se dijo Val,
admirándose de la perorata que le estaba cascando su amigo a la chica.
-Te aplicaremos una dosis de un
elixir de juventud. Y podrás combatir al destino circular por fin, ser eternamente
joven, menor de veinte, y de esta forma nunca caerás en la decadencia que te
espera a partir de esa edad. Los chicos te codiciarán indefinidamente, y el
mundo estará a tus pies por siempre jamás. A cada síntoma que notes del peso de
los años, una gotita apenas te bastará para regenerar las células y retroceder
un pasito, y así una y otra vez.
‘Pues ya tengo la solución ideal
para mi prima Betún’, se dijo la bella presa. ‘Esto le gustará mucho más que
una vulgar y común vida mortal; ahora que para mí un churro, de eso nada. Pero
qué se habrá pensado éste que se me ha perdido a mí en esta tierra, ¡si es un
sin vivir! Claro que, tanto hacerme la rosca, algo muy gordo deben de querer de
mí para no haberme encerrado a estas horas ya en una mazmorra. Así que
negociemos, como en las pelis’.
-Bueno, y a cambio de servirles de
cobaya para su experimento, a ver, ¿qué saco yo de vuelta?
-¿Pues qué va a ser? ¡La eterna
juventud! ¿Te parece poco?
-Si ustedes me inyectan esas
bolitas, retrocederé en el tiempo, ¿es así?
-Así es.
-Pues eso de ninguna manera. Aquí
donde me ven, yo he sido más fea que un pecado toda mi vida, y no puedo
permitir que me vuelvan a mi estado original. Cualquier condena será mejor que
eso.
El trato es éste. Yo les hago de
cobaya, y a cambio ustedes me regalan un frasco de ésos para una prima mía que
da miedo verla de lo reguapa que es, y para mí con un viaje de ida a Celeste
bastará- les espetó con voz resuelta.
-¿Quéeeeeee?- los dos al unísono
dieron un respingo, ¡nunca se hubieran imaginado una salida como ésa!
-¿Pero qué sacrilegio es ése?
¿Acaso no sabes cuál es la regla sagrada? “No transgredirás las leyes del Bien
y del Mal. Lo que está a un lado a ese lado permanecerá. La oscuridad y la luz
no se tocarán.” ¡Sería el fin si permitiéramos este tipo de transgresiones!
-¡Pues no hay trato!- les espetó
Rosalinda envalentonada.
-Espera, amigo Archi. Quizá no sea
tanta locura esa petición. Al fin y al cabo, un ser híbrido como ella no es
como los demás, y quizá merezca un trato diferente.
‘¡Bravo, alguien que reconocía su
condición. Aún había esperanza!’
-Pero qué estás diciendo, ¿es que
te has trastornado?- le cuchicheó Archifranco.
-Que no, de eso nada. Estoy más
cuerdo que nunca. ¿Pero es que no lo ves?- le llevó a un aparte para sisear-
Ella nos conducirá hasta su padre…
-¿Y para qué queremos a su padre?
¡Yo al menos le tengo muy visto!
-¡Déjame terminar, cascarrabias! Y
su padre, hasta la
pérfida Juanorra. ¿Y cuál será la cabeza que cortaré y
serviré en bandeja al Boss? Eso rematará mi jugada maestra, y a partir de ese
momento yo mismo haré la reserva para el ingreso de Angélico en la leprosería
más exquisita de cuantas se hallen en el reino maléfico.
-Vale, okey, ¿pero para qué
necesitas conducir a la cría a Celeste? Si su padre y su madre están en estos
momentos deambulando por este hotelito, ¿a qué alejarse tanto?
-Lo que importa es que nos ganemos
su confianza, despistado. Si cree esa patraña de que la conduciremos a ver a
las hadas y las musas y le regalaremos una piel divina, seguirá nuestro plan a
pie juntillas. Un paseo por Diviniland y la tendremos bien pescada en el bote.
-Chico, no me extraña nada que te
doctoraras cum laudem en malevagia, ¡eres el puto amo! Vaya, esta palabrota me
costará una confesión a la vuelta a casa, pero después de todas la fechorías en
que andamos metidos una cosita arriba o abajo no cambiará mucho mi mala
conciencia…ummm…- dijo Archi admirado.
‘¿Qué andarían cuchicheando esas
savandijas? Si su padre no venía pronto a rescatarla la iba a recoger con un
rastrillo a trocitos, ¡porque en menudas manos había ido a caer! Por otra
parte, quizá aquel trato diera resultados, porque a ver, ¿qué iba a hacer sino?
Si era cierto lo que dijeron, unos días más de paseo por la Tierra y no sólo
las piernas, sino el cuerpo entero, se le llenaría de escamas como si fuera un
pez. Y así, ¿cómo diablos pedía ella un pase para el Cielo? Y su precioso y
terso rostro, con los pómulos tan archidefinidos… ¿y si acababa teniendo cara
de pez? Más le valía pues aceptar cualquier trato medianamente honroso, que
sentarse a esperar la
decadencia. Si al menos su padre fuera alguien en quien poder
confiar. Pero no podía fiarse de él, un día estaba loco por su madre y otro día
no paraba de perseguirla a ella, no era un valor seguro…’.
-Bueno, hay que decidirse, que el
tiempo apremia.
-¿Y qué hay de mis peticiones?-
inquirió Rosalinda todavía desafiante. ‘De pérdidos, al río’, se dijo.
-Aquí tienes el frasco para tu
prima. Un solo frasco le dará para, si no lo derrocha ni lo vende, un centenar
de veces por lo menos. Que lea las instrucciones, una gota y nada más que una
en cada toma, y no abusar en las dosis o en vez de ir hacia atrás irá hacia
delante. ¡Es muy importante! Comer poco también ayuda...
-¿Y después de las cien tomas qué le
pasará?
-Oh, para entonces seguro que lo
venden libremente en algún establecimiento. Que busque en los Estados Unidos a
través de algún estraperlista, no tendrá problemas.
-Eso si por entonces todavía existe
un Orden que no hayamos desbancado…
-¿Eh? No entiendo. Bueno, es lo
mismo. Aquí tienen su dirección exacta, se lo harán llegar cuanto antes,
¿verdad? Cumplió los veinte hace pocas semanas y me gustaría que no llegásemos
tarde.
-Yo mismo lo depositaré en manos de
esa bella joven, descuide. ¿Alguna nota?
-Dígale que lo trajo un hada. Ella
entenderá.
-Okey.
-¿Y qué hay de lo mio?- a Rosalinda
se le puso un aire triste. Nunca volvería a ver a los suyos. De repente, su
prima le pareció un ser adorable. Se le olvidaron todas las picaduras de
malaria que le contagió de pequeñas, a propósito, y la vez que la tiró por la
ventana sujetándola por las trenzas hasta que se las arrancó de cuajo
estampándole la crisma contra el suelo, y tantas otras. La recordaba solamente
con aquellos ojos de gato tan tristes de la última tarde, cansada de vivir en
círculos y de ver en el futuro más canas, más soledad y más miserias… Bueno, al
menos que su escapada hubiera tenido un final feliz para alguien…
-Primero tendrás que tragar este
suero, mientras cierras los ojos y escuchas música celestial. Hay mucha
parafernalia que seguir, los ritos que el Cielo impone para todo, ya sabes…
Después de que lo hayas ingerido, sentirás una serenidad interior que se
traducirá en calma total. Y, pequeña, vas a ver el mundo de las hadas y los
duendes, y a Dios paseándose por sus infinitos jardines, y a las musas
sobrevolando sus castillos encantados, y chorros de agua bendita mojando a los
querubines que tocan flautas… todo eso es el Cielo, ¿de veras quieres verlo?
-Toda mi vida la enfoqué a
conseguir un destino: volar alto y seguir a mi padre. Y la belleza…
Rosalinda comenzaba a caer en un
profundo sueño del que no sabía si despertaría. A medida que iba hablando, una
aguja larga como una antena de televisión le fue penetrando por el lateral
derecho. Apenas notó deslizarse los dedos fríos del profesor Archifranco, y un
pellizco que en verdad fue una incisión. De inmediato la embargó un sopor
dulzón y pesado, a la vez que sentía de los pies a la cabeza como si el agua le
fluyera por dentro, arriba y abajo, como si un manantial la poseyera y una
carrera de coches se hubiera apoderado de sus venas. Lo siguiente fue la
inconsciencia.
-¡Ha quedado ko, amigo!- palmoteó
Valenciennes. –¡Eres el mejor mago de la especie! ¿Qué le has puesto?
-He mezclado el elixir celular
junto con la toxina y tres relajantes musculares. Dormiría a un elefante.
-¿Y la toxina?
-Tiene mucho que sudar con los años
que perderá, y la toxina le ayudará a eliminar las impurezas junto con la grasa
animal. Ayúdame a cubrirla con las mantas. Ahora pasará por la fase típica de
convulsiones de toda transformación, y después caerá en un sueño todavía más
profundo, donde algunos órganos de su cuerpo dejarán de funcionar, para que las
células regeneradoras puedan trabajar con eficacia...
-¿Tenemos para un rato, entonces?
-Nunca es igual, el tiempo que se
tome depende mucho de su estructura osea y muscular, de la calidad de la
sangre, y además es la primera bruja con la que pruebo...
-¡Vamos, que nos pueden dar las
uvas! Pensé que tu experimento era coser y cantar.
-Ya te dije que había muchas
incógnitas todavía por resolver. La prisa es mala consejera de la magia, al
menos de la magia blanca. De todos modos, también lleva un acelerante
reparador, no te inquietes, yo espero que en una o dos horas tengamos
resultados. ¿Salimos a tomar el aire?
-¿Y la dejamos aquí sola? ¡Mira, se
le han abierto los ojos, por poco me da un espasmo!
-Sí, es una reacción habitual en
algunos pacientes, pero no quiere decir nada. Mientras esté bajo los efectos de
la fórmula, ninguno de sus sentidos de la realidad está activado, así que ni
siente, ni huele, ni oye, ni padece… ni tampoco ve nada que sea de este mundo.
-¿Y qué le diremos de su paseo por
las nubes de Celeste que le habías prometido?
-Ahora mismo está paseándose por
allí y viendo todas las hermosas cosas que le describí, una especie de viaje
astral a lo bestia… Sin embargo- prosiguió –me queda una duda. Cuando dijo que
ella antes era fea como un demonio, ¿crees que se refería a que hubiera sufrido
una transformación mágica voluntariamente provocada?
-Las brujas estudian esa clase de
cosas en el escolario. Quizás haya aplicado alguna de las fórmulas magistrales
y prohibidas. ¿Por qué, tiene mucha importancia ahora?
-Depende. Tan sólo rezo para que no
haya cruce de efectos, que siempre resultan imprevisibles. Es probable que
llevara ya aquí un tiempo, y más de cuarenta y ocho horas entre pócima y pócima
son suficientes para haberlas asimilado correctamente. En otro caso…
-En otro caso, ¿qué?
-No quieras saberlo. Podría
tornarle la consciencia dentro de la inconsciencia, y decidirse a no despertar.
-¿Te refieres a un coma voluntario?
-Y eterno. Anda, demos un paseo. Lo
inevitable está por llegar.
-Suenas apocalíptico, salgamos que
me estoy mareando.
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