El club de las brujas

El club de las brujas

martes, 18 de diciembre de 2012

VEINTE: INTRIGAS EN EL RITZ



Lo que no sabía Garci, ni siquiera podía olerse, era que el primer necesitado en encontrar a la vieja bruja era su fiel amigo, y que albergaba planes que, de salirle según los había trazado, truncarían no sólo los días de vacaciones con su amante, sino la eternidad de sus idas y venidas.
El viaje desintegrador de materia había sido de lo más productivo para Dea. Además de echarse un sueñecito, que tanta falta le hacía, los últimos tres mil millones de kilómetros los aprovechó para maquinaciones turbulentas y muy codiciosas. Desintegrado se pensaba mucho mejor. Juanorra no estaría por la colaboración voluntaria, eso ni dudarlo. Y en Garci, desgraciadamente, no podía confiarse cuando se trataba de utilizar a su amada de cobaya. Bien sabía él que esto le podía costar una amistad milenaria, y en cuanto a la vieja, muchos eran los apuros que habían pasado juntos y su aprecio le tenía. Sin embargo, cuando se trataba de salvar su culo y ponerlo a buena distancia de la leprosería del reino, nada valían sensiblerías de última hora ni recuerdos fraternales. Ya sabía que Jota haría su aparición dentro de tres horas y media en el bar del hotel. A buen seguro que daría un espectáculo de tomo y lomo, con lo que aprovecharía el desconcierto circundante que se produciría para darle alcance y apresarla con alguna treta. Siendo el mejor amigo de su amante, confiaría en él ciegamente, y con la ayuda del soldadito raso que la acompañaba, la amordazarían como a un perro rabioso y la sacarían de allí en volandas. Tarea ardua, se mire por donde se mire, porque Juanorra enfadada metía unos mordiscos peores que los de un león. Por eso mismo tenía que conseguir comunicarse con el soldadito cuanto antes, y avisarle para que le diera algún estimulante del sueño. Si todo seguía según esos planes, en menos de una noche estarían de vuelta en sus dominios y la bruja más temida de Nowhere’s… sometida a la voluntad del primer espada del reino del Mal. Satán necesitaba una presa, un cebo, una historia alucinante en la que creer sin vacilar, y de ese modo Angelis ganaba un tiempo precioso para dar con la puta fórmula de la Energía oscura, y servírsela al Jefe con tostadas para el desayuno. Juana colaboraría en el embauque con la historia más increíble jamás contada, y esa vieja arpía se esmeraría lo suyo porque, si no lo hacía bien, de sobras era conocido que Satán ni se molestaba en castigar a las brujas traidoras, tenía suficiente con enviarlas a un proceso inquisitorial aquí en la Tierra que era peor que cien torturas de los cancerberos del infierno. Y no había peor agravio y humillación para ellas que someter su suerte a la ira de un Dios medieval y en manos de seres humanos.
-¡Eh, que se te ha ido la olla! Si no quieres nada más, me voy a acicalar para mi cita, ¿acudirás al bar a las ocho? Te veo allí y nos tomamos unas copitas los tres juntos, si no acabamos a tortas con el director del hotel después de las ocurrencias que haya tenido mi amor, claro está. ¡No te lo puedes perder!
-¿Decías que además había otra bruja que se había colado en el hotel?
-¡Anda, claro, la princesa! Se me había forget a estas alturas, debería ir a excusarme con ella.- Garci era un caballero por encima de todo, y no podía dejar a una dama a medias. –Es una cría, yo de ti no me preocuparía mucho por ella, más bien parece una colegiala que se hubiera escapado de parranda, ahora que, desde luego, es una maestra de la performance porque tiene un aspecto exterior extraordinario. Si no estuviera yo hoy tan pillado de timing… Lo que me desconcertó fue su cabello, tan ensortijado, tan rojizo y dorado a un tiempo, no había visto nunca nada tan parecido a mí, pero bueno coincidencias tiene la vida… voilà amigo Angi, te dejo con tus cosas. ¿Estás seguro de que no te aburrirás?
-No tendré tiempo, debería agenciarme las fulanas de Pierre y unas hierbas, tal y como le prometí, de modo que no se vuelva a vender a mejor postor con las últimas noticias…- dijo Angelis disimulando. –Nos vemos más tarde, y Garci, una cosa más…
-Dime- Garci se giró de nuevo sobre sus talones –¿te pasa algo? ¡Estás de lo más paliducho!
-Es esta luz tan clara, que me pone del hígado. No, nada, era solo que… bueno, que no te olvides de que, pase lo que pase, seguimos en el mismo barco, y que nuestra consigna es y permanecerá…
-¡El fin justifica los medios!- dijeron al unísono, y se despidieron con un abrazo.
Desde luego, había que ver, este Angelis le hacía a uno saltársele las lágrimas, en el fondo era un sentimental. Sólo por Juanorra sentía más pasión que por él, y de no ser por eso, hace tiempo que se habría hecho mariquilla.
Ahora tenía que ir a su habitación y ponerse como un pimpollo, con aquella camisa azulona de los cuellos largos, que a Jota la ponía tan cachonda siempre. Y una buena colonia que le diera un toque animal, a tono con los pestufos de su cachorrilla. Pero primero pasaría por la chambre de la brujita estafante, a ver si lograba descubrir a qué se debía ese aire tan familiar que se gastaba.
Subió ufano los peldaños, otra vez de dos en dos; no había estado tan en forma en su vida, y es que el brío que le daba pensar en Jota no estaba pagado ni con dinero ni con fama siquiera. Solo imaginarla en sus brazos y ya se le erizaba todo el vello desde la coronilla hasta los pies. Qué raro, ¿pues no había sido la cuatrocientos cinco donde la había dejado? Encontró la habitación abierta, la cama deshecha, y unos jirones del hermoso robe de nuit de la princesita por el suelo.
-Garçon, garçon! Ou est la femme de cette chambre?- preguntó Garci alterado.
-Oh, monsieur, elle semblait malade. Deux autres femmes l’ont amené avec elles.
-Ou ça?
-Je ne sais rien, monsieur, peut-ètre à l’hôpital?
-Comment elles étaient? Vite!- dijo Garci, depositando unos billetes en el bolsillo del mozo.
-Bien sur. Une était blonde et l’autre avec de cheveux rouges. Très haute la belle blonde, avec de chaussures Charles Jourdan très chic. Je les connais bien ces chaussures. Mais, par contre, elle ne semblait pas très habituée à les porter, elle a presque tombé deux fois. L’autre femme était beaucoup plus moche et me semblait une putaine, monsieur. Elle portait…
-Assez, merci.
Lo que se temía, los sabios disfrazados de prostitutas, y la pequeña bruja en el ajo, o quizá secuestrada. ¿Pero para qué? ¿Qué trampa querrían tenderles? Tenía que avisar a Deangelis, pero ¡merde, otra vez con el digital desconectado! Estaba visto que esta tarde no podía uno relajarse ni un minuto, ¡qué estrés! Desde luego, no parecía el momento idóneo para tomarse unas vacaciones, la cosa se estaba poniendo de guatemala a guatepeor, seguro que tanto revuelo tenía que ver con la última Conferencia y las conclusiones tan alarmantes, que no habían hecho más que exacerbar los ánimos. Como si lo viera, los envidiosos de Archifranco y Valenciennes les emulaban como pareja de confabulaciones secretas a él y al primer comandante del Infierno, pero vamos que no les llegaban ni a la suela de los zapatos! Lo único más preocupante es que había visto a su amigo muy abatido, pero tenía que ser el viaje que se había pegado, que era agotador. A decir verdad, ¿qué era eso tan urgente que le había traído a la Tierra? Dijo estar muy apurado, pero después se fue rumiando y sin haber soltado prenda, si le conocería bien, en algún misterio andaba…
Se dirigió hacia su habitación sin haber logrado aclarar nada de nada, y con la cabeza que le salía humo. Pensar en cosas serias más de dos horas seguidas le dejaba endolorido y no era bueno para la piel, así que se daría un baño de sales para compensar. Abrió su puerta y encontró todo en orden, menos mal. Puso un poco de música, abrió el grifo de la bañera y vertió unas cuantas sales de algas de mar. Por un rato se podía trasladar a la Polinesia y que unas bellas nativas le dieran un buen masaje. Llamaría a recepción y pediría un servicio high class, y un poquito de champagne. Sí, la vida terrenal tenía estos privilegios de ricos. En Celeste hacía milenios que se había suprimido la esclavitud, y los hijos de los hijos de aquéllos que un día se liberaron de ese yugo, habían prosperado tanto que había que pedirles hora con meses de antelación para conseguir un buen servicio de los de antes, y remunerarlo con alguna concesión especial. ¡Una gran cosa lo de las clases sociales, que todavía conservaban los humanos!
Justo cuando se relamía los labios de gusto pensando en el relajo que se iba a pegar, sonó el teléfono. Otra interrupción, ¡no daba crédito a su mala suerte!
-Diga- contestó con desgana, ni siquiera fingiendo afrancesamiento esta vez.
-Soy la princesa, venid a rescatadme, ¡os lo ruego!
‘¡Eh, qué haces con el teléfono ése, aparta de ahí pequeña!’. Garci escuchó una voz chillona masculina a través del auricular y un sonoro chasquido. Después colgaron. ¿Qué había pasado? Lo que se temía, los científicos locos, que a saber con qué fines habían secuestrado a la chiquilla y la tenían encerrada. ¿Pero dónde? Comprobó con la recepción que no le hubieran pasado ninguna llamada del exterior, así que tenía que ser de por allí cerca, o no, quién sabe. El hotel tenía más de trescientas habitaciones, con que como para ponerse a buscar. Aunque con las mismas, ¿cómo la habrían encontrado a ella? Sobornando a algún empleado, a buen seguro. Bueno, pues vaya fastidio, ahora cualquiera tenía la conciencia de pegarse un chapuzón polinésico con aquella cría metomentodo pidiendo socorro. Y Angelis más missing que nunca, ¡con lo fácil que era encontrar un par de furcias, sí que le estaba costando de contentar ese Pierre! Vale, pues algo ingenioso se le ocurriría a él solo como plan de rescate, y tenía que ser en menos de tres horas, porque el tiempo volaba…

viernes, 9 de noviembre de 2012

DIECINUEVE: JAQUE A LA REINA Y UNA PRINCESA EN LA ALCOBA



-¡Sí mi comandante, a sus órdenes mi comandante!
-¡Rápido, panda de inútiles, consíganme una nave de transmisión supersónica, a la de ya, ipso facto! ¡Y quítese el pitillo de la boca cuando me hable, soplapollas!- De Angelis siempre les hablaba de usted cuando estaba muy, muy enfadado.
-¿Qué programación desea, mi comandante?
-¡Yo nunca viajo con un programa prestablecido, imbéeeeeecil! ¿Es que no hay nadie más aquí? ¿Dónde coño se ha metido el Jefe de Aduanas?
-Aparta, Marciano, déjame a mí. Mi comandante, perdone el error, es que no sé qué me pasó, me dio un vahído y tuve que tumbarme un rato, pero ya estoy recuperado. Déjeme que eche un vistazo al parque móvil y le preparo su viaje en un santiamén.
-¡Alcohol y putas, es lo único con lo que sabéis entreteneros aquí! Os hace falta mano dura y más control, pero ahora no tengo tiempo de ocuparme de eso. Rápido, ¿pudisteis interceptar la nave del prófugo? ¿Sabemos ya quién era?
-Eh, mmm… pues verá, mi comandante. El capitán de la nave…
-¿Era Wolf el capitán de esa nave?
-Sí, en efecto, lo era.
-Maldito cabrón, otro que deja escapar ese mamón. Que le ahostien hasta que cante más que una almeja en vinagre.
-Pero si él mismo está furioso, ha dicho que quiere encontrar a esa bruja y colgarla por las tetas.
-¿Bruja?
-Dice que le sedujo con un hechizo envenenado que le dejó sin sentido, y después escapó cuando estaban a las puertas de París.
-¿París, pero qué les pasa a todos con esa maldita ciudad? Venga, prepárame la nave que se me echa el tiempo encima.
¡Madre mía, qué malos presagios se le venían a la mente! Se estaba montando una buena en la Tierra, y él con la de cosas que tenía que solucionar, ahora no le quedaban más bemoles que lanzarse en picado al mismísimo centro de la humanidad y deshacer los varios entuertos que se le avecinaban. ¿Quién sería aquella otra bruja que había escapado? Tenía que hablar con el centro de mando y esclarecer los puntos negros cuanto antes.
-Soy yo. Establezcan alerta 1, jaque a la reina. Ha habido una fuga por la aduana militar y necesitamos peinar todo el espacio habitado en una batida general, así que dispongan de todos los guardias que sea necesario, repito que es una emergencia de órdago. Empiecen por un interrogatorio a todas las hembras del reino, censo en mano y casa por casa. La primera comandancia que comience por Nowhere Land, y cualquier ausencia de una bruja censada quiero que me sea notificada en clave cifrada, puesto que salgo de viaje. ¿Está claro? ¡Pues hala!
Tenía el presentimiento de que la bruja fugada estaba relacionada con sus amigos Jota y Garci. ¿A qué santo sino que hubiera ido a caer en la misma ciudad que ellos? Mejor, visto así, porque de una tacada podía solucionar los dos asuntos. No había tiempo que perder. Programaría un viaje desintegrador de materia, que eran los más fatigosos desde el punto de vista físico, pero también los más veloces, y con un descuadre horario que le hiciera arribar a puerto a la misma hora que tenían la cita los enamorados, porque una vez en faenas cualquiera les interrumpía el coitus. Una vez programado, apretó el botón rojo de “eject” y se metió una jeringa de dormital que le dejaría grogui durante las convulsiones.
*
Mientras todo esto sucedía en los bajos del cosmos, en la chambre del Ritz las cosas iban de mal en peor. Rosalinda había fingido quedarse dormida después del atracón estupendo que se pegó a costa de su desmayo, y mientras ganaba un poco de tiempo para pensar en una estrategia. Pero por el rabillo del ojo entreabierto veía cómo su padre no paraba de dar vueltas de arriba abajo por la estancia, ansioso, acicalándose con más perfume y repeinando los rizos a cada vuelta que daba por delante del espejo. No había duda de que estaba esperando el despertar de la princesita, ¿pero a cuento de qué le habrían entrado ahora estos amores por ella? ¡Si debía de haber cientos de hadas un millón de veces más hermosas y a sus pies! Ella siempre pensó que era Juanorra quien le hacía perder la cabeza, ¡y ahora parecía un colegial! Era una contrariedad, desde luego, pero no era la primera que le ocurría en este viaje, su primer viaje, y bien mirado quizá podía ser hasta una suerte si sabía jugar bien las cartas que el destino le servía. Por otra parte, él debía de haber reparado ya en que no era una común mortal, a juzgar por la facilidad en el lenguaje inteligible de ambos, en vez de esas parrafadas incomprensibles de los parisinos. Los dos sabían pues que estaban frente a un igual, pero ella jugaba por una vez con ventaja, y es que conocía bien la identidad de su padre, y él no debía tener ni idea de quién era ella. Una vez la vio de bien pequeña, y puso tal cara de indiferencia que hasta su madre se apiadó de ella y la cubrió con un pañuelo para que no sufriera con el agravio. Pero bien que se acordaba todavía, vamos que desde ese día odió más su físico infecto, si cabe, y se juró que haría algo por su dignidad cuando fuera mayor. Y ahora, mírale, derritiéndose por sus huesitos. Pensándolo bien, vaya frivolón que era su padre, desde luego que no era para tenerle en mucha estima si todo lo que le conmovía era un aspecto u otro. Bueno, había que dejarse de monsergas y actuar.
-¿Hay alguien ahí?- alertó Rosalinda, con un hilillo de voz.
-Sí, princesa, ¿durmió usted bien? Empezaba a estar preocupado.
-De maravilla, pero a buen seguro que tendrá usted cosas más importantes que hacer que estar aquí velándome el sueño, ¡cuán amable ha sido conmigo!
-Mais pas du tout, madame! No la abandonaré hasta que me asegure de que se encuentra del todo recuperada, no podría perdonármelo jamais.
‘Pero había que ver qué gracia tenía el condenado con ese deje endiosado, vaya esfuerzos que tenía que hacer una para acordarse de que era su padre, sino caía como una tortolita en sus brazos!’.
-Insisto en que le he distraído demasiadas horas de sus ocupaciones. ¿No tenía nada previsto en mi lugar? Ay, perdón por el atrevimiento, pero qué maleducada soy preguntando lo que no es de mi incumbencia…
Garci había pillado el guiño, ¿conque sí, eh?
-Una cita sí que tenía, a decir verdad, pero me temo que me dieron calabazas…
-¿Calabazas a usted? ¡Eso no puedo creerlo! Bueno, ya me estoy metiendo otra vez en lo que no me importa. El caso es que, sea lo que sea, celebro que estuviera usted libre, sino no sé qué hubiera sido de mí…
-Oh, cualquier otro apuesto galán me hubiera suplantado de buena gana, una belleza tan poco común como la suya… ¿Quién llamará ahora? Oui, aló… une lettre pour moi? Vous êtes sure? Oui, oui, je descends tout de suite. Excusez moi, madame, pero tengo que bajar a recoger una nota que me espera en la recepción, ¡qué extraño es todo esta tarde! Volveré enseguida.
‘Bueno, sea lo que sea, es el tiempo que yo necesito para pegarme una buena ducha y salir como nueva’, pensó Rosalinda, que ya empezaba a hartarse de tanta delicadeza. Pensándolo bien, su padre era un poco rollo como ligue.
Garci bajó los escalones de dos en dos, perdiendo toda idea de compostura, y en un periquete estaba en el vestíbulo. Le entregaron un sobre lacrado con unos labios fucsias, vaya horterada, con razón tenía expectantes a todos los garçons de la recepción del hotel, así que se fue desplazando disimuladamente del hall a un salón contiguo para abrirla sin moscones delante. Decía así:
“mi perro seductorr si querias gerra la bas atener tu juana no se rinde fazilmente pero me beo ovligada a canviar la ora de la zita no me esperres asta las ocxo dela tarde, enel bar del otel abra un chou que te tenvlarán las piernas si no stas ayi puntual me piro deste antro con elque tenga el pito mas larjo”
Desde luego que lo de Jota no era la ortografía, ¡vaya faltas! Pero volviendo al grano del asunto, si Juanorra le esperaba a las ocho de la tarde en el bar del hotel, a saber con qué montaje disparatado y merecido, ¿quién era la princesita que había dejado en el cuarto?
Todos los rizos se le pusieron de punta. Tenía a una espía disfrazada de tía buena en una habitación esperándole para descorchar el champagne francés, como quien dice, que no era quien creía que era. ¿Qué demonio la habría enviado? Estaba claro que era una encerrona de algún canalla opositor. ¿Quizá los científicos locos se la estaban jugando a él y a su colega? En ese momento le vibró el localizador de onda larga, y por lo incandescente que lo notó no podía ser más que una llamada del Infierno.
-Oye, habla destructor, ¿tienes la voz clara?
-Mens sana in corpore sano- una vez cruzadas las contraseñas de rigor –escucha perro del desierto, ¿tú sabes el pitote que se ha montado por aquí? ¡Esto es un desastre! Juana en plan vengativo, todo porque mi orgullo pudo más que mi amor y la cité en un antro tan refinado que me odia… pero hay mucho más, una joven se desmayó a la entrada del Ritz y tuve que socorrerla, después pensé que era Juana disfrazada pero no lo es, y ahora estoy convencido de que es una impostora… Vaya nochecita que me espera! Y yo que quería una semana romántica con Jota sin salir de las sábanas…
-Eso no es nada para lo que te queda. ¿Has dicho que hay una impostora? ¿No será una bruja?
-Pues un hada no es, mira que lo estuve dudando, porque al no tener sangre humana cuando le pinché en el dedo, y al haberse desmayado, pero no, no tiene aura dorada, y eso en un hada es definitivo. Por otra parte tampoco es mortal, así que…
-Así que es la fugada que busco.
-¿Qué fugada?
-Ya te explico luego. ¿Está Juanorra contigo?
-Mi Juanita me ha citado a las ocho en el bar del Ritz, y o poco la conozco o montará una que tendremos que salir de este lujoso habitat por piernas. Pero a qué viene tanta pregunta, ¿es que te preocupa algo? Tienes una voz como temblorosa, y por la pinta que echas a la cámara digital diría que estás sudando, ¿de dónde sales?
-Estoy en la brasserie frente a tu hotel, se llama Chez Pierre.
-¿Aquí delante?- contestó Garci asombradísimo.
-Lo que oyes. Y las noticias van de mal en peor. Acércate por aquí cuanto antes, por tu padre.
-Voy volando. Pídeme una cañita que estoy en un sin vivir, toda la tarde de aquí para allá. ¡Qué ajetreo!

-¡Dea, pero hay que ver qué mal aspecto traes, es como si salieras de una guerra!
-Peor, mucho peor. ¿Conoces a mi amigo Pierre?
-Ehh… pues no tengo el gusto, ¿pero nos entiende?
-Sí, cosas de la vida. Pierre, este es mi amigo Seductor. Perdona, pero no podemos desvelarte más que un nombre en clave.
-¿Qué tal está usted? Mucho gusto. Le había visto por aquí algunas veces, ¿verdad?
-Certainment, podría ser.- dijo Garci incómodo, que no podía soportar tener que tratar de tú a tú con un vulgar mortal, y se le puso una voz como afectada, engolada. ¡Que además hablaran su propio idioma era demasiado!
-Déjate de sutilezas. Tenemos asuntos de gran calado. ¿A que no sabes quiénes estuvieron por aquí? ¡Los científicos locos!
-¿Archi y Val? ¡Si es que lo sabía, tenía que ser cosa de esos dos sabihondos, ésos deben ser los que me han colocado a la princesa!
-¿Qué coño de princesa hablas?
-La brujita que te dije, la impostora que se desmayó ahí en medio.
-¡Sí señor, yo también la vi!- le siguió Pierre muy animado. ¡Desde que dejó el cuerpo de aviación que no tenía un día tan intrigante!
-Pues no lo sé, porque no parecían tener mucha idea de lo que pasaba, más bien parecía que fueran perdidos y sin brújula, por lo que comenta Pierre. Vinieron por aquí y le hicieron toda clase de preguntas acerca de nosotros, de Juanorra, de ti…- le contó De Angelis.
Garci se llevó a un aparte a Dea, no entendía nada de nada:
-Pero vamos a ver, ¿tú cómo sabes todo eso? Y ese Pierre, ¿por qué te cuenta a ti lo que les ha contado a los sabihondos? ¡Esto es un galimatías indescifrable!
-Garci, no hay tiempo para explicaciones, tenemos mucho que hacer. Sencillo y corto: este Pierre es un mercenario que se vende al mejor postor, y como Valenciennes es un agarrado que no le promete más que orgías post mortem, pues yo me estiro un poco más y le regalo esta misma noche dos fulanas y unas hierbas alucinógenas que son la releche. Es un método infalible con los mortales de ahora, el corto plazo, aquí y ahora. Así que ha largado todo lo que sabía. Se ve que esos dos andan buscándonos las cosquillas, y mira por dónde que nos van a encontrar donde menos se lo esperen.
-Yo qué quieres que te diga, mi gozo en un pozo, hago cuanto esté en mi mano, pero eso sí, a las ocho tengo que estar en el bar del Ritz o mi loba me abandona con cualquier empalmado que se le ponga por delante. Así que, tú dirás- consultó su Cartier una vez más- son las cuatro y media. 

jueves, 19 de julio de 2012

DIECIOCHO: ANGELES Y DEMONIOS DE RAMERAS EN PLACE VENDOME



Satán estaba cada vez más preocupado. ¿Y si aquella “Energía oscura” acababa por destruirle su Reino? Aunque, bien pensado, quizá podría negociar con ella, con la Energía, una salida por lo bajinis, y listo. Esta idea le barruntaba la cabezota desde hacía un rato. Otro whisky más y daría con la solución al problema. Claro, porque, en definitiva, ¿lo que buscaba él no era un retiro honroso? ¿Pues no había dicho mil veces lo cansado que estaba de batallar? Y por otra parte, cualquiera dejaba el Reino en manos de los inútiles que le rondaban. La esperanza del Mal era el Redentor, De Angelis, de eso no cabía duda. Pero últimamente se le iba la olla con algún amorío que le tenía descentrado, si lo sabría él, que le conocía más que a su sombra. Era un militar de cabo a rabo, eso desde luego, pero le había pillado en unos renuncios quepaqué… 

Bueno, su última oportunidad era la misión de la bruja piruja ésa de Nowhere’s land y la maldita fabricación de Energía oscura. ¡Pero, eso sí, como fuera otra patraña de aquel liante, de ésta lo defenestraba de todos sus cargos y lo ponía de patitas en la puerta de la leprosería, por sus ancestros que sí! Y entonces, ¿quién le quedaba? El sibilino Valenciennes, pero le faltaban dotes de mando. Era, cómo decir, un intelectual, sí, pero no era burrote ni sabía levantar la voz, vaya acento de mariconzuelo que se gastaba, y era mucho Infierno aquel Reino para un pusilánime con cara de niña abobada. Necesitaba un profesional con las pelotas bien puestas, vamos, que supiera pegar un golpe de voz y mando. Valenciennes era capaz de instaurar una democracia o algo peor, o de convertir a sus demonios en universitarios, con esa manía del conocimiento que tenía. Después suprimiría las armas en aras de la paz universal y que se dieran por jodidos, porque una baza así la aprovechaba cualquiera para colonizarles y darles por detrás. Ese era el problema, Val era un ingenuo, que pensaba que con argucias intelectuales nada más se conquistaban las tropas enemigas. No, definitivamente no podía dejar el poder en sus manos porque en unos años estaban todos esclavizados por alguna otra civilización.

Por eso mismo, y si dejaba que se fueran al carajo, devorados por la Energía ésa, y a cambio negociaba una salida por el foro y a malvivir. ¡A descansar! Ahora que, Él sólo no podría conseguirlo, porque las fuerzas del Mal y las del Bien existían la una por la otra, así que nadie le concedería su propia destrucción y retirada sin un acuerdo recíproco. Lo que tenía que hacer era hablar a las claras con Dios y proponerle que se lo montaran juntos. Total, Dios estaba en las mismas, se le notaba en la mirada ausente y en los gestos de profunda desidia y apatía. Es más, en la última partidita de cartas que jugaron hasta se echó una cabezada que le dejó el triunfo en bandeja. Que sí, que tenía más ganas que El mismo de dejar el mando. Claro que, a la destrucción del Reino del Bien, quizá no accediera tan fácilmente. A Dios le importaban mucho sus súbditos, no como a El, que le tenían hasta el moño. Y firmar su sentencia de aniquilación  no era moco de pavo.

Por otra parte, a la Energía ésa dónde la podrían encontrar. Quizá estaba aliada con Universo, y entonces sí que tenía más argumentos para involucrar a Dios en sus planes perversos, porque si había un ente al que el Celestial le tenía verdadera manía, ése era Universo. Todo porque le estaba restando protagonismo de forma trepidante. Las encuestas de audiencia decían que el Divino tenía cada vez menos seguidores e idólatras. Y los centros de culto de los terrícolas no digamos, daba pena verlos hasta en los días más señalados. Eran tiempos de ciencia y razonamientos, tiempos de materia y sapiencia, y nadie quería creer en lo que no veía con sus propios ojos y tocaba con sus manos. Así que el Más Allá tenía los días contados. Salvo que ocurriera algo verdaderamente apocalíptico que devolviera la fe al mundo.

En cambio, Universo estaba exultante. Jamás le invitaban a sus reuniones de  trabajo, pero le habían intuido en más de una, se les colaba como si tal cosa y escuchaba todos sus siseos, vamos que estaba por todas partes y en crescendo. Los humanos tenían esa ansia de saber, de viajar por encima de sus posibilidades gravitatorias, y estaban construyendo cada vez naves más potentes con que investigar lo que había fuera de su planeta. Y claro, descubriendo descubriendo, cada vez tenían un trato más de tú a tú con Universo. Y en cambio, con ellos dos, ¡que si quieres arroz Catalina! Estaba muy bien eso de que Dios había creado el mundo en unos cuantos días, y las aguas, y las aves, y a los monos, y después a los humanos, ¡je! Pero, ¿dónde se había metido después? ¿Tumbado a la bartola mientras el Demonio hacía de las suyas? Era todo tan incomprensible para ellos, los de abajo, los mortales, que habían acabado por pensar que no existían ni el uno ni el otro, y hasta peligraban los conceptos del Bien y el Mal, tan claros otrora. Y es que, desde que se inventaron lo de la teoría de la relatividad, el mundo había dejado de serles amable.

Si, al menos, su contrincante accediera a mostrarse de cuando en cuando, decirles alguna cosita al oído, una imagen en movimiento, sangre fluyendo de alguna de sus estatuas, una aparición, un nuevo Lourdes… qué sabía él, pero esto de no quererles mostrar ni una pizca de cercanía y tenerles en ascuas… ¡es que no había ni apariciones como antaño! Así les iban las cosas, claro. Para él que se habían confiado demasiado, como les dijo el mago Maggiore en su magistral intervención de la última Conferencia. ¡Vaya si tenía razón! Y ahora quizás era demasiado tarde y las cosas se les habían ido de la mano. ¡Razón de más para pillarse una jubilación anticipada y cargarle a alguien con el muerto!

Todo esto había que explicárselo a Dios y convenir con El en que mejor negociar una salida discreta y sin escándalos, a buen precio, que acabar todos humillados por aquellos entes de última generación que les iban a dejar en el paro y sin derecho a desempleo. No había que engañarse, ya no estaban para estos trotes, que si satélites de onda expansiva, guerras bacteriológicas, viajes lunares para turistas, y luego el internet, que había comenzado como un arma de espionaje militar y mira ahora, ¡les tenían fritos a interferencias! Los humanos les estaban superando, nadie quería verlo, pero era una realidad. Se habían dormido en los laureles y ya no había quien parara la evolución, pero él desde luego sería más listo que nadie y se anticiparía a la debacle que les esperaba… y necesitaba a Dios como nunca en su tirana existencia.
*
Valenciennes había llegado con retraso, y parecía una ramera de los barrios bajos.
-Pero mujer, ¿cómo te presentas con esta pinta? ¿Así es como quieres entrar en el hotel más lujoso de París?
-Archifranco, ¿pero eres tú? ¡Coño, pareces un árbol de Navidad! Archi, mi príncipe, ¿pero por qué vas tan enjoyado? Y con esos tacones, por tu padre, pero si no podrás ni andar…
-¿Que no? Yo soy un profesional de la performance, mi viejo. Y si digo que vengo de princesa, pues eso.
-Dijimos de putillas, ¿no?
-De féminas, hermano, de féminas. Y tú has confundido el término con lo único que hay por aquellos lares, golfas de poca categoría. Trae aquí, vamos a entrar en ese bar de tu amigo como se llame, y te haré unos arreglos en la trastienda. ¡Menos mal que pienso en todo!
-A veces eres peor que una marujona. Pues yo que me veía su aquél y todo con estos labios rojos y el pelo a lo Grace Jones.
-Pasa, si te hubieras puesto al menos unas medias tupidas, ¡pero es que se te ve una pelambrera que no hay quien se la acabe!
-Habrá a quien le de morbo…
-Si fuéramos a ligar, so pendoncete… pero es que resulta que me has liado para una misión importante y concreta, ¡y no para un folletín de tres al cuarto!
-Archi, amigo, es que no pasas ni una. Pues una juerguecilla yo estando aquí ya me la pegaba, y luego nos ponemos en faenas serias con mejor disposición.
-¡Es que ni los cuerpos de élite os salváis de las brasas y del golfeo! ¿Pero tú crees que yo he interrumpido mis estudios y quehaceres para pegarme unos dancings contigo? Eso, por no decir cosas más vulgares que no quiero ni mentar… Con la de hadas estupendas que tengo yo en el Cielo para elegir, anda que me iban a pillar aquí con una pelandrusca…
-¡Qué sieso eres! Bueno, pues hala, sin perder más tiempo vamos a ver esos apaños que quieres hacerme. Ya vendrán tiempos mejores. ¡Y anda con más garbo, que mucho tacón pero pareces un pato mareado!
-Sí, en eso te doy la razón, estas sandalias tan chic cómo son de incómodas. Y eso que son unas Charles Jourdan, el pobre cada año nos envía ni sé la de modelos para ganarse un puestecito bien apañado en nuestro reino, y yo es que no sé ni dónde meterlos. Pobre infeliz, a ver qué se encuentra el día que llame a nuestra puerta, porque estos favores mundanos no están nada bien pagados.
-Bon jour, Pierre, mon ami. Comment ça va?
-Oui, Mademoiselle?
-Ici Valenciennes, eo!
-¡Valenciennes, qué alegría verte, ni te había reconocido así de camuflaje!
-¡Oh, hay que ver cómo has aprendido nuestra lengua inmortal! ¿Qué pasó?
-Un coma de nada, veinte días con un pie aquí y otro allí, y entre tantas luces y sombras pues aproveché para coger un poco de culturilla.
-O sea que, ¿pudiste ver algo de lo que te espera? Si me llegan a avisar de que estabas entre pinto y valdemoro, te hubiera hecho una visitilla...
-Ya me hubiera hecho falta, ya... Aquí nadie cree lo que cuento, piensan que son alucinaciones de comitoso. Pero yo vi lo que vi, y de nubes esponjosas y hadas buenas con alas, nada de nada. No dejé de estar inmerso en túneles vidriosos y más oscuros que la noche cerrada, pensé que me había quedado ciego y sentía mi cuerpo como flotar. Y luego recuerdo convulsiones, dolores, en fin, nada agradable. Espero que el día que la palme del todo sea otra cosa- dijo Pierre, guiñándole el ojo al diablo.
-No temas, bandido, que yo te estaré esperando cuando sea la definitiva, ¡y con todo lo que te tengo prometido tu muerte será jauja, descuida! ¿Qué opinas, Archi? Os presento, mi amigo Archi, mi amigo Pierre. 
-¿Es uno de los tuyos?
-Sí, y no. En fin, no podemos decirte mucho, pero estamos en una misión secreta y necesitamos tu inestimable colaboración.
-Faltaba más. ¿En qué puedo ayudaros?
-Lo primero es lo primero. Necesitamos ir a la toilette.
-Está bien, ¿a la de mujeres o a la de hombres?
-Mujeres, claro.
-Claro, claro. Aquí os espero. Os voy poniendo algo.
-Una baguette bien pringosa de mantequilla para mí.
-Oh, nada, gracias, llevo mi oxígeno conmigo. Hasta ahora.
-¡Ay! ¿Pero qué haces?
-¡Pues arrancarte estos pelillos de la barba, que así no hay quien se crea que eres una dama!
-¡Las piernas ni las toques, que me haces polvo!
-Vete poniendo estas medias negras y así lo disimularemos. Y ahora, un poco de maquillaje claro, estos pendientes de pedrería, y quedarás un pelín más fino. Quiero decir “fina”.
-Con lo bien que me iba de ramera canalla.
-Pero para el Ritz, pues no le va.
-Bueno, a lo que íbamos, ¿trajiste el elixir ése de juventud?
-Son estas bolsitas que me coloqué dentro del sujetador, así me dan más volumen, porque llevan aire comprimido para proteger y aislar las células embrionarias.
-Bien, ahora tenemos que encontrarles. Preguntaremos a Pierre lo primero, ese viejo zorro se cosca de todo lo que pasa en esta plaza.
-¿Y ese Pierre merece tu confianza? Parece mentira, un mortal y tú tan tranquilo contándole nuestras intimidades. No me parece nada seguro.
-Los demonios necesitamos aliados, chérie. Además, este hombre está encantado de ponerle un poco de salsa picante a su vida. Le tengo dicho que con cada colaboración que me presta, saldrá a un favor prestado para su próxima vida infernal. Y le he enseñado unas fotos de brujitas que está lamiéndose los dedos y muerto de ganas de morirse, valga la redundancia.
-¿Pero qué brujitas? ¡Si son feas del demonio!
-¡Y él qué sabe! Yo le muestro fotos de modelos de las revistas y él se traga que son amigas mías.
-¿Cómo puedes hacerle eso? No tienes corazón.
-Exacto. Dejémonos de sensiblerías.

-Bueno, mi buen amigo. Pues tenemos una  misión muy importante esta vez. A ver si puedes ayudarnos. Vamos detrás de la pista de una pareja de tortolitos que se aloja en el Ritz. Y con lo cerca que te queda, nos preguntábamos si no habrás visto nada fuera de lo corriente estos días. Quizá hayan venido por aquí a tomarse una cervecita… ¿Has visto gente “diferente”, o que hablaran como éste y yo?
-Pues mira, sí, ahora que lo dices, esta mañana vinieron dos tipos pero que muy raros. Una mujer y un hombre que no paraban de pelear.
-¿Peleándose? ¡Eso sí que sería raro! ¿Los podrías describir?
-Desde luego que no se me olvidan. Ella era espantosamente fea, vomitiva para ser exactos. Llena de pelos por la cara, casi con barba, y grasienta, y con una nariz de cortar.
-¡Es ella, es ella!- exclamaron ambos excitados. –¿Y de él, que nos dices, bello como una escultura griega?
-¡Hombre, no diría yo tanto! Un chiquilicuatre con pinta de soldadito raso, para ser sincero.
-¿Y de qué hablaban?
-Pues se pelearon primero en la puerta, porque ella quería quedarse a comer unas tapitas y el chiquilicuatre parecía tener prisa, tenía cara de preocupado y miraba a todas partes como si les fueran a reconocer en cualquier momento. En cambio, ella estaba tan pancha.
-¿Y qué pasó?
-Pues que acabaron sentándose en la barra a pedir un tentenpie rápido. Aunque ella se metió tres lingotazos de vino en un momento en que él se fue a la toilette. Iba completamente beoda.
-Sí, no hay duda de que era nuestra pérfida bruja. Pero él… se me escapa quién fuera. Quizá se hizo acompañar por algún esclavo. ¿Y pillaste algo más de su conversación?
-Pues bueno, tenían un acento de lo más difícil, sobretodo ella, que no vocalizaba nada. Eso sí, se sabía cuatro o cinco palabras en francés que repetía constantemente. Además que no veas la de gente que tenía por aquí desayunando. Pero pude pillar alguna cosilla, sí. Oye, ¿no me estaré metiendo en un lío con tanto palique?
-Pero Pierre, bien que lo sabes, que te estás ganando la inmortalidad, amigo. Menudas juergas que te esperan a mi lado en cuanto cruces el umbral, ¿ya no te acuerdas de las pibitas que te tengo preparadas? ¿Qué te crees, que eso lo tiene todo el mundo, eh?
A Pierre le babeaban todos los sentidos y el pitirrín se le ponía tieso de pensar en el Infierno. ¡Con la vida tan aburrida que llevaba desde que tuvo que dejar el cuerpo de aviación militar! Total, por una lesión que, en vez de conseguir enviarle al otro barrio, le dejó impedido de una pierna y con más vida por delante que los gatos. Así que se decidió por regentar el bar que su padre le había dejado en herencia, y ahora no tenía más alegría que las turistas que pasaban por allí, y de vez en cuando, este demonio de Valenciennes, que le había prometido un lugar en el paraíso después de muerto. Sólo le quedaba esa ilusión, pecar y pecar por todo lo que llevaba de penurias aquí en la Tierra.
-Pues como os iba diciendo: la señora esa tan fea y el chavalín hablaban en voz baja y mirando a todos lados, sobretodo él, pero con la excusa de que no me puedo mover mucho con la silla de ruedas, me puse a su lado como si leyera una revista y capté parte del bacalao que se llevaban entre manos.
-¿El bacalao?- dijo Archi.
-El meollo del asunto, es jerga de aquí, darling. –le contestó Val impaciente. –Prosigue.
-Pues resulta –continuó Pierre, poniéndose más y más interesante a medida que captaba la intriga de ambos -que querían comprarse unos trajes de faralaes, de baile flamenco, y montar un chou en el hotel.
-¿Cómo? A ver si no va a ser ella…
-Yo sólo os digo que él parecía muy reacio, y ella muy dispuesta. Lo sé porque me pidieron una guía de tiendas de disfraces y todo.
-¿Y dónde se dirigieron?
-Para mí que no encontraron nada. Tengo que admitir que estuve un momento despistado, la próstata que no perdona, y al volver escuché algo como que entrarían desnudos al bar a las ocho y que se armaría una buena. Claro que estoy un poco sordo del oído derecho y podría ser que lo hubiera entendido mal.
-¡Es ella! –repitieron al unísono.
Miraron el reloj que se habían agenciado. Eran más de las tres de la tarde, así que hasta las ocho les restaban cinco horas para preparar una estrategia.
-¡Mi buen amigo, esta vez te has ganado una perra gorda! ¡Una orgía de cuantas mujeres puedas desear a un tiempo tendrás esperándote! ¿Y has visto alguna cosa más a destacar?
-Bueno, no sé si tendrá importancia. Hace un rato, no mucho, aparcó un impresionante Rolls ahí enfrente, lo cual no sería nada fuera de lo normal, de no ser porque se bajó de él una doncella bellísima, que se desmayó en medio de la plaza.
-Ah, ¿y ha entrado en el hotel?
-Si, un apuesto galán la recogió y la llevó con él. Lo que me escamó fue que el cochazo en el que ella llegó, salió de estampida en vez de socorrerla.
-¡Sí que es raro! El hombre dices que era un galán, ¿y eso qué es?
-Un galán, un caballero muy elegante. Le tengo visto porque se deja caer mucho por el barrio con damiselas de todo tipo. O bellísimas o riquísimas, nada excepcional tampoco, claro.
-Eso empieza a ser interesante. –los dos se hicieron un guiño, a buen seguro que se trataba del bello Garcilaso. Ya les tenían en el bote.
-Mon cher, nos has sido de una ayuda inestimable, sabré cómo recompensarte. Hasta más ver.
Pierre se quedó tristón. Con la de locuras que le esperaban, y él aquí, impedido y quién sabe por cuántos años más…     

viernes, 2 de marzo de 2012

DIECISIETE: TICKET TO HEAVEN

 
El vejete seguía durmiendo tan ricamente, así que se cambió de vestido en un santiamén. Metió la bolsa en la parte trasera y se instaló de nuevo junto al conductor.

-Tío, qué le pasa a tu jefe, crees que le habrá dado un yuyu con tanto movimiento de caderas? Cómo te llamas? Yo soy Rosalinda.

-My name’s Wilson. He takes pills to sleep, look.

-¡Ay pero si hablas inglés de maravilla! ¿Qué has dicho? Wilson, qué rico, como los esclavos del algodón de las pelis. A ver, a ver, ¡pero si esto mataría a un caballo en mi pueblo! Very strong, men!

-Pills for erection and then relaxation, you understand?

-Por lo poco que comprendo de la composición, esto al abuelete le pone como una moto durante un rato y luego le da el bajón. Suerte que me apliqué más en las clases de formulación química que en las de inglés, algo es algo! Bueno, and now where go? ¿Tiene para mucho sleep el Mister?

-1 hour, I think.

-Pues yo no tengo mucho tiempo que perder. No me gustaría echar aquí la noche, la verdad. A ver, ¿cuánto queda para que se haga oscuro otra vez? When is night?

-You mean for dark? Around six more hours.

-Eso, tú señálamelo con los dedos que así me aclaro. Seis horas para que anochezca, bueno, entonces no es tan diferente al Infierno, sólo que aquí durante el día se puede respirar y la luz brilla, no abrasa. ¿Cómo diantres me las apaño ahora para encontrar un ticket al Cielo? Tengo dinero, tengo el traje, pero ninguna indicación para llegar. Debe de ser hacia arriba, digo yo. El Infierno por abajo, la Tierra por el medio, y Celeste todo recto al Norte, así lo estudiamos en el cole. Pero claro, del dicho al hecho… Y este pájaro que no tendrá ni idea de estas cosas, lo más cerca que ha estado éste del Cielo es el día que su jefe le da libre y se puede ir con la parienta, como si lo viera… Eh, you know to get Heaven?

-Of course, everybody knows!

-¡Ah, mira qué bien! ¡Y yo aquí preocupada! ¡No, si estos humanos van a ser más listos de lo que pensamos por allí abajo! Tell me tell me!

-You die, madame, and you go to Heaven if you are good enough! Otherwise, you go to Hell!- Wilson puso cara de terror cuando dijo “Hell”.

-¡Anda con el lumbrera éste! ¿Eso es lo que os enseñan por aquí? ¿O sea, que si eres good, al Heaven, no? ¡Pero serás ignorante! ¡Hasta yo sé que el Cielo tiene las puertas selladas a cal y canto! Heaven closed!

-Only for bad people. For good people Heaven is the gift after all efforts here, madame.

-¿Y qué es eso de ‘madam’? Si piensas que esto son esfuerzos, rico, espérate a que desciendas al Infierno y te esclavicen de veras, ¡esto es jauja en comparación! Más te vale disfrutar aquí, encanto, y lo comido por lo servido, que decimos nosotros. What is ‘madam’?

-Madame is lady in French.

-¡Acabáramos! ¿Y French?

-What do you mean? French is the language here! Where do you come from?

-Si te lo explico te caes de culo, vamos arranca este trasto, borrom borrrrommm, come on, move!- pues anda, que no se me da mal esto del inglés, se dijo. –He pensado que podemos pasarnos a dar un voltio por el Ritz, a tomar otra copita. Además, corcho, tengo el estómago agujereado, yo no sé cuándo dejaré de tener hambre, quizá al entrar en el Cielo se te pasa…

El coche arrancó otra vez de manera trepidante, pero esta vez Rosalinda se había agarrado bien al asiento así que no la pilló desprevenida. Le estaba tomando gusto al trasto aquél. Y Wilson, después de todo, era un enrollado. Limitado, pero buena pieza. Ella, por su parte, se veía como muy suelta. Hay que ver lo que hace viajar, tener dinero en el bolsillo y una cara hermosa, es que menuda seguridad en sí misma que se le pone a una, hasta le da verborrea. Así que la única forma de ir al Cielo era morirse, vaya, pero, ¿cómo se moría un inmortal? Es que tenía guasa el asunto, si no se hubiera empeñado en pasar por la Tierra de paseíto, pues el camino directo al Cielo quizá hubiera resultado menos costoso, pero claro con aquella pinta de bruja decadente, es que no era plan. Ahora entraría como una madam de veras. ¿Y si fingía una muerte? A ver, se ponía delante de un coche que la atropellara, cosa nada difícil visto cómo conducían aquellos energúmenos, cualquiera diría que estaban deseando palmarla. En un primer momento, el impacto la dejaría inconsciente como si fuera una mortal muerta, y después, para cuando recuperara el raciocinio, podía seguir disimulando un rato más. Todo era esperar que ángeles y demonios vinieran a conquistarla para sus fines, claro que igual ellos tampoco picaban, y era arriesgadísimo, por otra parte, que la descubrieran en tierra de humanos. Tenía que pensar en otra cosa.

El coche dio la vuelta a la manzana siguiente y entró en una plazoleta de lo más elegante. Joyerías, más tiendas, y ¡madre mía, aquéllo sí que era lujazo, el Ritz en todo su esplendor! Era más fastuoso que en el prospecto que tenía Juanorra. De repente, se quedó paralizada y pegada a la tapicería del coche, con los ojos como platos y tiesos los pelillos hasta de las piernas. ¡Oh visión divina, venerada, reverenciada hasta el infinito! El Ritz carecía de importancia ahora que los astros se habían puesto de su parte, y el ser más maravilloso de todo el universo posaba ante ella como si fuera una deidad griega, un coloso llameante, una estructura marmórea sonrosada y semoviente, no hallaba palabras en su haber que abarcaran el placer intestinal que se le puso en marcha. Un primer plano del bello Garcilaso se imponía a cualquier otra visión anterior o posterior. Todo lo eclipsaba. Su padre, en el centro del escenario, en primera persona, sin pantallas protectoras y, oh por Satanás, qué azoro, la estaba mirando.

*

Garcilaso miraba incesante el reloj Cartier de su pulsera izquierda. Lo primero, por admirar el pedazo de joya que le había regalado aquella francesita muerta de amor por él. Lo segundo, porque estaba que ardía, ¿pero dónde demonios se metía Juanorra? Estaba nerviosísimo, temblando como un colegial en el primer día del nuevo curso y con zapatos nuevos que te van grandes. ¿Sería esto el Amor con mayúscula? Porque él, mucho presumir de conquistas aquí y allá, pero lo que es enamorarse en profundidad… nada de nada. Llegó a convencerse de que lo que no tenía era, justamente, profundidad, y que de donde hay no se puede sacar. Así vivió feliz varios milenios, de fiesta en fiesta y acosado por las féminas y machos de todas las especies, era divino y se sentía igual de bien. Sin embargo, Jota le había roto todos los esquemas de la frivolidad en que transcurría su azarosa vida celestial. Era verla y se le erizaba hasta el vello de las orejas. ¡Mira que era fea! Decir fea era decir bien poco para definirla. Era horrenda, tremebunda, paticorta, grasienta, y qué decir de su carácter pérfido y socarrón. ¡Ya se le empinaba el pirindolo otra vez! En definitiva, nunca había visto cosa igual. Al principio fueron unos amoríos de lo más fogosos, todo eran juergas y emborrachamientos que solían acabar en coma etílico. Hasta ahí, todo en su sitio. Lo malo fue cuando empezó a lloriquear en las ausencias de la amada. Que Jota se ponía burra y flirteaba con otros ángeles, pues él, en vez de haberse bebido dos copas con cualquier maromo o maroma y montarse la fiesta por su cuenta, se quedaba en casa enfurruñado y con ganas de lagrimear. Le cantaba canciones que enviaba en cintas prohibidas, y ella tomándoselo a cachondeo puro y poniéndoselas a los amigotes. Y cuanto más le pisoteaba en el orgullo, más orgulloso estaba él de su Amor con mayúscula. Y más temeroso también, porque cuando ya había dado ese sentimiento por perdido en su excelso ser, se le había aparecido furibundo y exaltado. Así que Garci ya no era el mismo. Sus pillerías, sus escapadas furtivas, sus mafias con Deangelis, nada significaban para él sin su Juanorra del alma. Y ahora que, por fin, la había convencido para pasar juntos siete días, con sus noches, en la ciudad del Amor con mayúsculas, ¿dónde corcho se había metido? El plan ideado por su amigo era que se encontrarían en la plaza Vendôme, delante justo del hotel del que tanto le había hablado. Estaba deseando ver la cara de todos aquellos engolados recepcionistas al ver entrar a uno de sus mejores clientes con aquella esperpéntica Mujer con mayúscula. Garci siempre venía acompañando a artistas de la farándula más cotizada, o sino con señoras de la alta aristocracia que querían pasar unos diítas en su compañía, así que en todo momento era bienvenido al hotel. Sin embargo, hoy les pensaba dejar patidifusos. Les diría que Juana era la vedette más afamada del momento, una rusa extravagante y descendiente del Zar Nicolás. Vaya si los dejaría ‘épatés’, como decían ellos.

Seguía mirando su reloj terrestre impaciente. Como fuera cosa del soldadito que la acompañaba, sería carne de tiburones nada más tener conocimiento su amigo Dea. Por cierto, que lo mejor era localizarle cuanto antes y saber qué diantres estaba ocurriendo. ¡No, si todo eran contrariedades, Dea con el gps desconectado! Eso sólo podía significar dos cosas, o bien estaba pasando audiencia con el viejo Satanás, en cuyo caso ninguna interrupción valía, o había pillado una juerga de aquí te espero y dormía la mona. Pero dos juergas en tan poco espacio de tiempo… ¿Y si Jota, viendo aquel ambiente tan engolado, lo dejaba tirado y se daba el piro? Si lo mejor hubiera sido citarla directamente en un antro putrefacto, se lo había advertido Dea, pero él es que no había podido resistir la tentación del pavoneo ante todas sus anteriores conquistas, que vieran lo que era una arpía de veras... En estas disquisiciones seguía Garci, cuando se apareció ante él un ser angelical que le miraba con ojos de gran sorpresa a través del cristal de un coche. Aquella mirada le era tan familiar. Si no fuera porque conocía bien a Juanorra, diría que era su bello retrato, claro que mucho más joven y hermosa a lo convencional. Y sus cabellos rojizos, que se tornaban cobrizos con el reflejo del sol. ¡Únicamente había dos seres en el universo que podían alcanzar esa tonalidad, una era él, y la otra no podía ser más que su propia descendencia! ¡Dios de mi corazón! ¿Y si aquella criaturita era suya? Pero, ¿suya y de quién más? Bueno, aquello no eran más que precipitadas confusiones, fruto de la desazón que le corroía por la espera. Sin embargo, nada le impedía hacer algunas indagaciones mientras llegaba su bruja.

Se apresuró hacia aquel coche, de modo que pudiera abrirle la puerta antes de que se le adelantaran el chófer o el portero del hotel.

-C’est un vrai plaisir, madame- dijo en perfecto francés, sin apartar los ojos de ella ni un segundo.

-Enchantée- dijo Rosalinda balbuceante. Nunca, jamás de los jamases de su vida eternamente circular, se había sentido desfallecer con tanta urgencia. Se asió fuerte de la mano de su padre, en definitiva, y sintió frío al tacto, lo que contrastaba con el fuego interno que, a buen seguro, le había subido a ella hace rato a las mejillas. Pero el tembleque de las cuerdas vocales no era nada comparado con el de manos y piernas. Sintió que se le nublaba la vista y un apagón súbito la dejó en blanco. Rosalinda se había desmayado.

-Garçon, garçon, chico, ¡eh! Por mi mentor, ¿no ves que esta dama se ha quedado in albis? Vamos, rápido, avisa en concièrgerie, que envíen tres o cuatro mozos, allez vite!

Desde luego que el vozarrón enérgico que se gastaba Garci en momentos de crisis contrastaba con su aspecto de príncipe calmado y desafectado. De repente, el desmayo de aquella jovencita le había provocado un malestar fuera de lo común. Lo más cerca que había estado él de un enfermo era con aquel bailarín checo que, a mitad de su mejor pirueta de diez vueltas, inspirada por la musa G, se cayó redondo en medio del Kirov. Y vaya, que no venía nadie a rescatarle en aquel aprieto, así que Terminator se lo cargó a los hombros, al más puro estilo vaquero, lo metió en un coche que paró de urgencias, y lo acompañó hasta un hospital cercano. Lo primero que le había sorprendido era ese olor tan característico de los centros de salud, mezcla de lejía y potingues químicos, pensó. Pero después, cuando comenzó a ver enfermos, sillas de ruedas ocupadas, mascarillas de oxígeno, sangre y camillas, de poco lo tienen que auxiliar a él del grave impacto sensorial que sufrió ante tanta humana realidad. Así que Garci no podía con los enfermos, y menos aún con las enfermedades. No es que fuera un melindroso o algo excepcional, en general era cosa de todos los inmortales esa aversión a la debilidad de la materia. Lo que pasa es que, así como los demonios huían despavoridos porque eran vulnerables a los contagios –véase con la lepra- pues los súbditos del Cielo eran inmunes a cualquier padecimiento físico. Por tanto, simplemente se la solía traer floja, vulgarmente hablando, dicha condición humanoide. En el caso de Garci, más que por miedo, huía de la enfermedad por pura frivolidad; simplemente la fealdad que provocaba ese bicho en los seres humanos le ponía los pelos de punta y hería su sensibilidad artística. Una vez conoció a una hermosa joven modelo que, de una visita para la siguiente, contrajo una disfunción en los ojos que la dejó literalmente vizca. Garci se le acercó por detrás, en uno de sus devaneos de antaño, y le apretujó los pechos con ambas manos, como acostumbraba hacer. Ella gimió de placer, pero cuando tornó la cabeza hacia atrás y le miró con aquellos ojos, que apuntaban uno para Oriente y otro para Occidente, a Garci se le desinflaron los genitales y un sable le atravesó el pecho. No pudo ni besarla, ni acariciarla, ni nada de nada. Y eso por una simple vizquedad en la mirada.

Sin embargo, ahora era distinto. Se sentía enternecido por aquel desvanecimiento repentino de la bella adolescente que tenía en sus brazos. Nada más tocar su piel albergó un escalofrío; no era piel humana. ¿Pero qué era? Podía ser una hada que se hubiera escapado del paraíso, quizá con un amante terrícola y millonario, a juzgar por el cochazo que la condujo hasta el Ritz. Aunque le faltaba un aura de excentricidad y privilegio alrededor del cuello para ser un hada. Tenía, más que otra cosa, mirada de bruja dulce. ¿Pero qué estaba diciendo? ¡Los términos ‘bruja’ y ‘dulce’ eran contradictorios! En fin, tenía que conducirla a una de aquellas habitaciones y descubrir qué se traía entre manos.

-Bon jour, Monsieur Duciel. Votre chambre est prête. Vous voulez qu’on amène la jeune fille a l’enfermerie de l’hotel?

-No. Mejor llévenla a una habitación y que la visite allí el médico- Garci no quería arriesgarse a perderla de vista.

-A votre chambre, doncs?

-No, no. A otra chambre. Yo estoy esperando a otra persona todavía.

-Bien sur. Garçon, la 405, s’il vous plait! Ne vous inquiétez pas, notre docteur sera immédiatement dans la chambre pour la visiter. Vous acompagner madame?

-Oui, certainment.

Lo que había imaginado. Nada más llegar a la habitación, y despedir al botones con unas monedas, se apresuró a hacerle la “prueba del algodón” a la chica inconsciente. Le pinchó con un alfiler el dedo gordo de la mano, y notó un leve estremecimiento en el cuerpo de la chica, pero era una simple reacción química de su parte material. Lo que se temía: nada, ni una gota de sangre humana. Así que en cuanto el doctor asomó por la puerta, le despidió alegando que la jovencita estaba mucho mejor, que había recuperado la conciencia y que todo había sido por falta de alimento. ‘¡Estas adolescentes están todas medio anoréxicas, y así les van las cosas, que no aguantan ni un asalto! Ahora mismo iba a pedir en cocina que le subieran algunas viandas, y listo.’ El doctor se fue con algunos titubeos, todavía insistió un poco en verla, pero Garci fue de lo más convincente y acabó por ahuyentarle. No es que quisiera esconderla, pero desde luego no podía dejar que descubrieran su condición “extraterrestre”, y además un médico de aquí poco podría hacer por una inmortal. Por alguna extraña razón, se sentía protector de aquella muchacha, como unido a ella por vínculos paranormales. Por otra parte, ¿qué había sido del coche que la trajo y sus ocupantes? El Rolls aquél salió despavorido al primer contratiempo, y, ahora que recordaba, el taxista negro que lo conducía es que ni bajó del coche para ayudarla. Está claro que era una bruja, y que había adoptado esa espléndida figura humana para desconcierto del personal. ¡Pero cómo no había caído antes! ¡Aquélla era Juanorra! Dios, ¿pero dónde tenía la cabeza? Por eso sus tribulaciones, su atracción primordial hacia ella, su piel demoníaca, esa mirada incendiaria, y ese cabello sedoso y dorado… sin duda que Juanita le había querido sorprender de lo lindo. ¡Aquella bellaca le había dado su merecido, transformándose en princesa y embaucándole con aquellos encantos de femme fatale espolvoreada y perfumada! Pero, ¿cuál sería el siguiente paso de aquella broma que le quería gastar su amante? El ya la imaginaba, en pleno escarceo amoroso sufriría una transformación a su estado natural, provocándole a él un susto de cortar. ¡Jah! ¡Bien pillada que la tenía! O quizá sólo había querido ponerse a tono con París, en vez de presentarse con su aspecto inmundo en un sitio tan distinguido. A pesar de que esto le extrañaba, porque era mucha Juanorra como para apabullarse por un par de recepcionistas con la nariz estirada. No, no era su estilo amedrentarse; era más bien cosa de una treta que le quería gastar a su enamorado, seguro que por habérsela jugado trayéndola a un lugar tan apestoso para ella, en vez de citarla en los putiferios que ella sugirió. Ahí estaba el mal de fondo.

Pero Garci es que, ni siquiera lo había hecho con mala intención. El lo único que quería era presumir de su erótica fealdad delante de todos aquellos engreídos. Estaba harto de ser un modelo de virtud, de ser el más guapo, el más esbelto, el más bello dandi, y acompañar, a su vez, a longuilíneas y exuberantes divas cuyos huesos podías oler por debajo de la fina carne que las rodeaba. ¡Bellezas sin culo, ni grasa, ni un grano, ni halitosis, ni un mal despertar, y lo peor, sin malicia! Por eso se pirraba por las humanas, que quien más quien menos, algún defectillo tenían. Pero Juana, ¡superaba todas las expectativas! Y ahora, justo, va y se transformaba en cisne, como el patito feo. Cada vez estaba más claro, ¡era una venganza! Y se lo tenía bien merecido, por haberla llevado a un sitio tan cursilón.

Estaba en estas diatribas cuando la bella durmiente despertó.

-¿Eh, dónde estoy?- preguntó de lo más azorada.

‘Cómo puedes fingir tan bien, condenada?’ se dijo Garci maravillado, hasta para esto era una bruja con todo lo que hay que tener de garbo y soltura. ¡Vaya azoro más bien puesto en su mirada, olé! Y sí, había decidido que le seguiría el juego, a ver hasta dónde era capaz de llegar.

-Bon jour, princesa. Espero que se encuentre mejor. ¿Tiene hambre?

-Sí, más de la que quisiera.- comentó con un suspiro. Rosalinda no podía dar crédito, su propio padre y no tenía ni remota idea de quién era ella, seguro. ¡Y qué descanso poder entenderse en un idioma mágico e inmortal, sin tener que recurrir a los vocablos franceses, ingleses…! Por otra parte, ¿descubriría esto su juego? Bueno, qué mas daba, cualquier cosa por poderse comunicar de nuevo con soltura…

-No se hable más. Llamaremos al servicio de habitaciones, y en un santiamén le traerán lo que desee. ¿Unas frutas, quizá, y unos helados?- aquí creyó que la iba a pillar, Jota adoraba los helados con barquillo, se podía comer cuatro de golpe. Pues nada, ni un gesto de anhelo siquiera.

-¿Helados? No, un poco de fruta y chocolate frío, ¿podría ser?- su madre comía tantos helados que le había hecho aborrecerlos. Eso sí, el chocolate la pirraba y además le daría fuerzas para una situación tan difícil.

‘Bueno’, siguió pensando el ángel, ‘es que hubiera sido demasiado fácil caer en esa trampa, qué tonto. Jota es una profesional. Está bien, un tanto a su favor.’ Ordenó las viandas por teléfono y volvió a los pies de la cama, en donde yacía todavía la evanescente impostora. ‘¡Qué pechos se gastaba la muy guarrilla! Se le asomaban dos melones esponjosos por debajo de aquel vestido tan sexy! Casi estaba a punto de caer en la tentación de atacarla sin más prolegómenos, pero hubiera sido muy vulgar por su parte, había que aguantar un poco más para ganarle la partida a este demonio de mujer… sin embargo, una aproximación ladina por los bajos…’

-Me perdonará el atrevimiento, pero me vi obligado a descalzarla al tumbarla en la cama, para que no se le amoratasen los tobillos- ‘vaya excusa más lela se le había ocurrido’ –y si me permite, ¡vaya dedos hermosos que tiene usted!

Al tiempo que lo dijo, le cogió uno de sus piececillos desnudos con ambas manos y comenzó a acariciarlo suavemente. Ahora sí. Juanorra tenía, en su aspecto normal, unos piezotes feos como zancos, pero una sensibilidad en ellos que no podría disimular por más tiempo, ni disfrazada de hada madrina. Le apretó los minúsculos deditos en un dulce masaje y a la diva se le puso toda la piel de gallina pura. Los pezones estaban ahora que se le salían del tiesto. ¡Si es que esta argucia ya sabía él que era infalible!

‘¡Vaya contrariedad, ahora que la tenía medio atontada llamaban a la puerta! ¿Quién molestaba? ¡Claro, la comida!’.

-Voilà, madame, comed un poco que tenéis que recuperar fuerzas. Hay mucho qué hacer- se le escapó una sonrisita delatora, pero ella parecía imperturbable, no le seguía para nada.

Rosalinda tenía un hambre voraz, desde el café con leche de la brasserie matutina que no había probado bocado. Este padre suyo era un caso, no tenía suficiente con citarse con su madre y armarle tantos jolgorios, ¡y ahora quería seducir a la primera jovencita que se le cruzaba en el camino! ¿Pues no decían de él que sólo le pirraban las feas? Ya sabía ella, que lo de la belleza le gustaba a todo quisqui, ¡a buenas horas la miraba con esos ojos de haberla visto en sus buenos tiempos! Vale que su madre triunfaba como la fea más exótica, pero era por su garbo, del cual ya podía haberle pasado un poquito en herencia, ¡pero na de na! Rosamunda salió, para colmo, más sosa y seriota que un funcionario de prisiones. De todos modos, tenía que quitárselo de encima como fuera, no podía estrenarse, como quien dice por eso de la nueva piel, con su propio padre, ni aún sin él saberlo, ni aún siendo bruja por dentro, era una perversidad por encima de sus posibilidades. Claro que… por otra parte, quién mejor que él sería su salvoconducto para entrar en el Cielo?