El club de las brujas

El club de las brujas

viernes, 9 de noviembre de 2012

DIECINUEVE: JAQUE A LA REINA Y UNA PRINCESA EN LA ALCOBA



-¡Sí mi comandante, a sus órdenes mi comandante!
-¡Rápido, panda de inútiles, consíganme una nave de transmisión supersónica, a la de ya, ipso facto! ¡Y quítese el pitillo de la boca cuando me hable, soplapollas!- De Angelis siempre les hablaba de usted cuando estaba muy, muy enfadado.
-¿Qué programación desea, mi comandante?
-¡Yo nunca viajo con un programa prestablecido, imbéeeeeecil! ¿Es que no hay nadie más aquí? ¿Dónde coño se ha metido el Jefe de Aduanas?
-Aparta, Marciano, déjame a mí. Mi comandante, perdone el error, es que no sé qué me pasó, me dio un vahído y tuve que tumbarme un rato, pero ya estoy recuperado. Déjeme que eche un vistazo al parque móvil y le preparo su viaje en un santiamén.
-¡Alcohol y putas, es lo único con lo que sabéis entreteneros aquí! Os hace falta mano dura y más control, pero ahora no tengo tiempo de ocuparme de eso. Rápido, ¿pudisteis interceptar la nave del prófugo? ¿Sabemos ya quién era?
-Eh, mmm… pues verá, mi comandante. El capitán de la nave…
-¿Era Wolf el capitán de esa nave?
-Sí, en efecto, lo era.
-Maldito cabrón, otro que deja escapar ese mamón. Que le ahostien hasta que cante más que una almeja en vinagre.
-Pero si él mismo está furioso, ha dicho que quiere encontrar a esa bruja y colgarla por las tetas.
-¿Bruja?
-Dice que le sedujo con un hechizo envenenado que le dejó sin sentido, y después escapó cuando estaban a las puertas de París.
-¿París, pero qué les pasa a todos con esa maldita ciudad? Venga, prepárame la nave que se me echa el tiempo encima.
¡Madre mía, qué malos presagios se le venían a la mente! Se estaba montando una buena en la Tierra, y él con la de cosas que tenía que solucionar, ahora no le quedaban más bemoles que lanzarse en picado al mismísimo centro de la humanidad y deshacer los varios entuertos que se le avecinaban. ¿Quién sería aquella otra bruja que había escapado? Tenía que hablar con el centro de mando y esclarecer los puntos negros cuanto antes.
-Soy yo. Establezcan alerta 1, jaque a la reina. Ha habido una fuga por la aduana militar y necesitamos peinar todo el espacio habitado en una batida general, así que dispongan de todos los guardias que sea necesario, repito que es una emergencia de órdago. Empiecen por un interrogatorio a todas las hembras del reino, censo en mano y casa por casa. La primera comandancia que comience por Nowhere Land, y cualquier ausencia de una bruja censada quiero que me sea notificada en clave cifrada, puesto que salgo de viaje. ¿Está claro? ¡Pues hala!
Tenía el presentimiento de que la bruja fugada estaba relacionada con sus amigos Jota y Garci. ¿A qué santo sino que hubiera ido a caer en la misma ciudad que ellos? Mejor, visto así, porque de una tacada podía solucionar los dos asuntos. No había tiempo que perder. Programaría un viaje desintegrador de materia, que eran los más fatigosos desde el punto de vista físico, pero también los más veloces, y con un descuadre horario que le hiciera arribar a puerto a la misma hora que tenían la cita los enamorados, porque una vez en faenas cualquiera les interrumpía el coitus. Una vez programado, apretó el botón rojo de “eject” y se metió una jeringa de dormital que le dejaría grogui durante las convulsiones.
*
Mientras todo esto sucedía en los bajos del cosmos, en la chambre del Ritz las cosas iban de mal en peor. Rosalinda había fingido quedarse dormida después del atracón estupendo que se pegó a costa de su desmayo, y mientras ganaba un poco de tiempo para pensar en una estrategia. Pero por el rabillo del ojo entreabierto veía cómo su padre no paraba de dar vueltas de arriba abajo por la estancia, ansioso, acicalándose con más perfume y repeinando los rizos a cada vuelta que daba por delante del espejo. No había duda de que estaba esperando el despertar de la princesita, ¿pero a cuento de qué le habrían entrado ahora estos amores por ella? ¡Si debía de haber cientos de hadas un millón de veces más hermosas y a sus pies! Ella siempre pensó que era Juanorra quien le hacía perder la cabeza, ¡y ahora parecía un colegial! Era una contrariedad, desde luego, pero no era la primera que le ocurría en este viaje, su primer viaje, y bien mirado quizá podía ser hasta una suerte si sabía jugar bien las cartas que el destino le servía. Por otra parte, él debía de haber reparado ya en que no era una común mortal, a juzgar por la facilidad en el lenguaje inteligible de ambos, en vez de esas parrafadas incomprensibles de los parisinos. Los dos sabían pues que estaban frente a un igual, pero ella jugaba por una vez con ventaja, y es que conocía bien la identidad de su padre, y él no debía tener ni idea de quién era ella. Una vez la vio de bien pequeña, y puso tal cara de indiferencia que hasta su madre se apiadó de ella y la cubrió con un pañuelo para que no sufriera con el agravio. Pero bien que se acordaba todavía, vamos que desde ese día odió más su físico infecto, si cabe, y se juró que haría algo por su dignidad cuando fuera mayor. Y ahora, mírale, derritiéndose por sus huesitos. Pensándolo bien, vaya frivolón que era su padre, desde luego que no era para tenerle en mucha estima si todo lo que le conmovía era un aspecto u otro. Bueno, había que dejarse de monsergas y actuar.
-¿Hay alguien ahí?- alertó Rosalinda, con un hilillo de voz.
-Sí, princesa, ¿durmió usted bien? Empezaba a estar preocupado.
-De maravilla, pero a buen seguro que tendrá usted cosas más importantes que hacer que estar aquí velándome el sueño, ¡cuán amable ha sido conmigo!
-Mais pas du tout, madame! No la abandonaré hasta que me asegure de que se encuentra del todo recuperada, no podría perdonármelo jamais.
‘Pero había que ver qué gracia tenía el condenado con ese deje endiosado, vaya esfuerzos que tenía que hacer una para acordarse de que era su padre, sino caía como una tortolita en sus brazos!’.
-Insisto en que le he distraído demasiadas horas de sus ocupaciones. ¿No tenía nada previsto en mi lugar? Ay, perdón por el atrevimiento, pero qué maleducada soy preguntando lo que no es de mi incumbencia…
Garci había pillado el guiño, ¿conque sí, eh?
-Una cita sí que tenía, a decir verdad, pero me temo que me dieron calabazas…
-¿Calabazas a usted? ¡Eso no puedo creerlo! Bueno, ya me estoy metiendo otra vez en lo que no me importa. El caso es que, sea lo que sea, celebro que estuviera usted libre, sino no sé qué hubiera sido de mí…
-Oh, cualquier otro apuesto galán me hubiera suplantado de buena gana, una belleza tan poco común como la suya… ¿Quién llamará ahora? Oui, aló… une lettre pour moi? Vous êtes sure? Oui, oui, je descends tout de suite. Excusez moi, madame, pero tengo que bajar a recoger una nota que me espera en la recepción, ¡qué extraño es todo esta tarde! Volveré enseguida.
‘Bueno, sea lo que sea, es el tiempo que yo necesito para pegarme una buena ducha y salir como nueva’, pensó Rosalinda, que ya empezaba a hartarse de tanta delicadeza. Pensándolo bien, su padre era un poco rollo como ligue.
Garci bajó los escalones de dos en dos, perdiendo toda idea de compostura, y en un periquete estaba en el vestíbulo. Le entregaron un sobre lacrado con unos labios fucsias, vaya horterada, con razón tenía expectantes a todos los garçons de la recepción del hotel, así que se fue desplazando disimuladamente del hall a un salón contiguo para abrirla sin moscones delante. Decía así:
“mi perro seductorr si querias gerra la bas atener tu juana no se rinde fazilmente pero me beo ovligada a canviar la ora de la zita no me esperres asta las ocxo dela tarde, enel bar del otel abra un chou que te tenvlarán las piernas si no stas ayi puntual me piro deste antro con elque tenga el pito mas larjo”
Desde luego que lo de Jota no era la ortografía, ¡vaya faltas! Pero volviendo al grano del asunto, si Juanorra le esperaba a las ocho de la tarde en el bar del hotel, a saber con qué montaje disparatado y merecido, ¿quién era la princesita que había dejado en el cuarto?
Todos los rizos se le pusieron de punta. Tenía a una espía disfrazada de tía buena en una habitación esperándole para descorchar el champagne francés, como quien dice, que no era quien creía que era. ¿Qué demonio la habría enviado? Estaba claro que era una encerrona de algún canalla opositor. ¿Quizá los científicos locos se la estaban jugando a él y a su colega? En ese momento le vibró el localizador de onda larga, y por lo incandescente que lo notó no podía ser más que una llamada del Infierno.
-Oye, habla destructor, ¿tienes la voz clara?
-Mens sana in corpore sano- una vez cruzadas las contraseñas de rigor –escucha perro del desierto, ¿tú sabes el pitote que se ha montado por aquí? ¡Esto es un desastre! Juana en plan vengativo, todo porque mi orgullo pudo más que mi amor y la cité en un antro tan refinado que me odia… pero hay mucho más, una joven se desmayó a la entrada del Ritz y tuve que socorrerla, después pensé que era Juana disfrazada pero no lo es, y ahora estoy convencido de que es una impostora… Vaya nochecita que me espera! Y yo que quería una semana romántica con Jota sin salir de las sábanas…
-Eso no es nada para lo que te queda. ¿Has dicho que hay una impostora? ¿No será una bruja?
-Pues un hada no es, mira que lo estuve dudando, porque al no tener sangre humana cuando le pinché en el dedo, y al haberse desmayado, pero no, no tiene aura dorada, y eso en un hada es definitivo. Por otra parte tampoco es mortal, así que…
-Así que es la fugada que busco.
-¿Qué fugada?
-Ya te explico luego. ¿Está Juanorra contigo?
-Mi Juanita me ha citado a las ocho en el bar del Ritz, y o poco la conozco o montará una que tendremos que salir de este lujoso habitat por piernas. Pero a qué viene tanta pregunta, ¿es que te preocupa algo? Tienes una voz como temblorosa, y por la pinta que echas a la cámara digital diría que estás sudando, ¿de dónde sales?
-Estoy en la brasserie frente a tu hotel, se llama Chez Pierre.
-¿Aquí delante?- contestó Garci asombradísimo.
-Lo que oyes. Y las noticias van de mal en peor. Acércate por aquí cuanto antes, por tu padre.
-Voy volando. Pídeme una cañita que estoy en un sin vivir, toda la tarde de aquí para allá. ¡Qué ajetreo!

-¡Dea, pero hay que ver qué mal aspecto traes, es como si salieras de una guerra!
-Peor, mucho peor. ¿Conoces a mi amigo Pierre?
-Ehh… pues no tengo el gusto, ¿pero nos entiende?
-Sí, cosas de la vida. Pierre, este es mi amigo Seductor. Perdona, pero no podemos desvelarte más que un nombre en clave.
-¿Qué tal está usted? Mucho gusto. Le había visto por aquí algunas veces, ¿verdad?
-Certainment, podría ser.- dijo Garci incómodo, que no podía soportar tener que tratar de tú a tú con un vulgar mortal, y se le puso una voz como afectada, engolada. ¡Que además hablaran su propio idioma era demasiado!
-Déjate de sutilezas. Tenemos asuntos de gran calado. ¿A que no sabes quiénes estuvieron por aquí? ¡Los científicos locos!
-¿Archi y Val? ¡Si es que lo sabía, tenía que ser cosa de esos dos sabihondos, ésos deben ser los que me han colocado a la princesa!
-¿Qué coño de princesa hablas?
-La brujita que te dije, la impostora que se desmayó ahí en medio.
-¡Sí señor, yo también la vi!- le siguió Pierre muy animado. ¡Desde que dejó el cuerpo de aviación que no tenía un día tan intrigante!
-Pues no lo sé, porque no parecían tener mucha idea de lo que pasaba, más bien parecía que fueran perdidos y sin brújula, por lo que comenta Pierre. Vinieron por aquí y le hicieron toda clase de preguntas acerca de nosotros, de Juanorra, de ti…- le contó De Angelis.
Garci se llevó a un aparte a Dea, no entendía nada de nada:
-Pero vamos a ver, ¿tú cómo sabes todo eso? Y ese Pierre, ¿por qué te cuenta a ti lo que les ha contado a los sabihondos? ¡Esto es un galimatías indescifrable!
-Garci, no hay tiempo para explicaciones, tenemos mucho que hacer. Sencillo y corto: este Pierre es un mercenario que se vende al mejor postor, y como Valenciennes es un agarrado que no le promete más que orgías post mortem, pues yo me estiro un poco más y le regalo esta misma noche dos fulanas y unas hierbas alucinógenas que son la releche. Es un método infalible con los mortales de ahora, el corto plazo, aquí y ahora. Así que ha largado todo lo que sabía. Se ve que esos dos andan buscándonos las cosquillas, y mira por dónde que nos van a encontrar donde menos se lo esperen.
-Yo qué quieres que te diga, mi gozo en un pozo, hago cuanto esté en mi mano, pero eso sí, a las ocho tengo que estar en el bar del Ritz o mi loba me abandona con cualquier empalmado que se le ponga por delante. Así que, tú dirás- consultó su Cartier una vez más- son las cuatro y media.