El club de las brujas

El club de las brujas

viernes, 18 de junio de 2010

CINCO: LOS SECRETOS DE LA PRIMA BETÚN

Rosalinda se puso unas chanclas y una túnica que le cubría hasta los tobillos antes de apresurarse hacia la casa de su prima, no fuera a ser que algún vecino inconveniente la parase y se hiciera notar algún cambio en su figura. Cambios, que por otra parte, ella todavía no había percibido, pero nunca estaban de más las precauciones en la vida de una bruja traicionera como ella. También se disimuló el rostro con un velo cantarín y mañanero, y salió a todo correr en pos de su imagen transformada.

La calle estaba prácticamente desierta. ¿Qué brujo de cierta valía se prestaría a sufrir un bochornoso día de mayo caluroso semejante si no era por algún motivo de verdadera maldad? Así que Rosalinda podía disfrutar de las pestilentes aceras, deshaciéndose bajo sus pies enchanclados, sin el menor atisbo de vida a su alrededor. Hacía un día apestosamente cálido, a decir verdad, y de no ser por el invento, ¡a buenas horas la pillaban a ella fuera de la cama al mediodía! Pero el que algo quería estaba claro que tenía que pelearlo, al menos en los Infiernos funcionaban así las cosas. No digamos en la Tierra, ¡vaya!, que se le ocurriera a un humano querer convertirse en inmortal, no importa a qué reino aspirara, era imposible salvo que llegara a un pacto con los diablos, falso acuerdo que le convertiría en esclavo, más que nada. Ella había mirado en varios libros de historia maga, y nada, no había casos de conversiones como la suya, ¡inauguraría una nueva era con su invento!

Pensaba en todas estas cosas mientras andaba bajo el sol abrasador y se iba poniendo contentísima, a la vez que le chorreaban los sudores por pies, manos, espalda, senos… ¡De repente recordó lo importante que era permanecer seca mientras durara la transformación, lo decía bien clarito en la fórmula! ¡Qué inconsciente! ¡Hala, ella deambulando bajo estos calores y su piel derritiéndose bajo más de cien grados! ¡Pero qué burra era! Se metió en una sombra a pensar. Le quedaba por lo menos un kilómetro hasta la casa de Betún. No tenía para un taxi-escoba, y menos aún para un boli-carro digital. Las alternativas eran escasas; si se quedaba esperando que amainara el bochorno callejero daría tiempo a que su prima comprendiera el engaño de la peluquería y volviera a casa de un humor de perros, opción nada recomendable dados los dientes de sable que se gastaba. Si seguía andando tenía para otros tres o cuatro minutos, eso si iba veloz, y para entonces se le habría deteriorado hasta el último poro de su piel, grasienta de por sí, y adiós a los efectos de la magia conversora. ¡Vaya dilema! Podía haberlo pensado antes y timar a su prima a otra hora más indecente, como al anochecer, claro que, una vez puesto el sol, todas las brujas se ponían a “trabajar” o a festejar, y eso les imposibilitaba vagar por las calles sin alguna fechoría concreta en el calendario. A mediodía ni los guardas vigilaban, y por eso era tan fácil deambular sin control. ¡Bueno, a la de ya una solución, por todos los demonios!

Si hubiera estado más atenta en las clases de desintegración de materia orgánica ahora sabría cómo narices hacer desaparecer su cuerpo y reagrupar las partículas un kilómetro más adelante, enfrente de la casa de Betún, pero desgraciadamente no tenía ni la más remota memoria para esas cosas tan complicadas. Por eso tenía que abandonar la brujería, si es que se le daban muchísimo mejor la música, la danza, las artes marciales… todo eso que veía en los programas prohibidos cuando pillaba una onda pirata.

El tiempo seguía pasando y Rosalinda nada, paralizada por el calor abrasante. En eso que recordó una frase que pronunciaba siempre Juanorra, su madre, cuando quería invocar a los ángeles malignos para que la transportaran en busca de Garci, su padre y feroz amante de Juanorra. La frase decía algo así como “a mí los ángeles descabezados y enrarecidos, seres despreciables y humillados por imperfecciones imperdonables, llevadme poseída y combinad vuestras fuerzas del bien y del mal para mis fines, ¡yo os conjuro!”. La vehemencia con que Rosamunda invocó las palabras de su madre, a quien tantas veces había visto pronunciarlas con rabia y rencores aprendidos, pusieron a los descabezados en guardia y en un santiamén tenía a dos transportadores a su disposición de forma gratuita.

-Chiquilla, ¿pero no sabes que no puedes invocarnos? ¡Eres menor de edad! Además, ¿cómo nos has encontrado? ¡Somos clandestinos ángeles inversos, no tenemos una llamada oficial ni estamos en los listados de información general, lo que quiere decir que no existimos a tus efectos! ¡Dinos ahora mismo quién es tu mentora o te acuchillamos y convertimos en pedazos de bruja!

-¡No, no, no! Mi mentora y madre es Juanorra, la amante más celebre de Terminator, la feísima y de colosales dimensiones…

-Para, para, bien que conocemos los trabajitos de Juanorra, ¿eh, compañero?

A uno de los angelotes descabezados se le puso sonrisa de baba y se pegó unos lametones pensando en los buenos ratos que la feota de Juanorra les había hecho pasar en más de una ocasión. ¡Qué cuerpo más deforme y más ladino tenía la jodida! ¡Y cómo lo movía y se pavoneaba antes de devolverles un favor!

-Ah bueno, si es así…- continuó el segundo guarda invertido. -Pero, ¿y cómo nos piensas pagar nuestros servicios? Cada kilómetro de Infierno lo cobramos a tres lengüetazos, y si vas a la Tierra entonces te cuesta pasar un mes o dos con éste y conmigo a solas, ni más ni menos- pegote al canto, pero si colaba…

-Yo sólo quiero ir un kilómetro más allá, sin que me moje ni me derrita en nada con estos calores, y tiene que ser tan rápido como la velocidad a la que viaja la luz.

-Pues a esa velocidad se incrementa el precio, bello excremento…

-¿Qué os parece si os dejara mirar estos preciosos pechos que he heredado de un padre celestial?

Ambos angelotes malignos se inclinaron excitados al escote de Rosalinda, y lo que vieron a través de la túnica les dejó pasmados y tiesos como dos estacas.

-¡Ahhh! ¿Eso es tuyo, inmunda y feísima bruja? ¡Eres tan invertida como nosotros, un engendro, un híbrido maldito! Si nos dejas tocar esas esponjosas y montañosas ricuras, tienes el pasaje gratis…

‘Anda qué desastre, ¿así que no han notado ni un ápice de transformación? Bueno, calma y a esperar al espejo encantado’, pensó Rosalinda para sus adentros.

-Está bien. Podréis acariciarme un pecho cada uno con una sola mano, pero una vez que hayamos llegado a destino.

-No hay trato. Si eres tan perversa como tu mentora no nos dejarás ni rozarlas una vez cumplido el servicio. ¡O tocamos la mercancía antes del vuelo o te quedas en esta esquina derritiéndote, encanto!

-Bueno, pues entonces ni vosotros ni yo, así se llega a los consensos, ¿n’est-ce pas?- pronunció Rosalinda, con su francés aprendido en la tele pirata.

-Venga, al grano. ¿Qué propones?

-Pues uno me acaricia ahora y otro al final del viaje.

-Si aceptamos nos dejas tocar las dos domingas a cada uno.

-¡Oh qué vulgares sóis! ¡Otra expresión así y me quejaré a mi padre para que os azoten en los Cielos!

-Menos lobos, corazón, que tú tienes un secreto que esconder como que me llamo Pasqualis “cabeza rota”. No me trago tus mentiras, así que ¡trae para acá esas pelotas de silicona o nos esfumamos, gatita! ¡Enséñaselas a papaíto!

-¡No me extraña que seáis unos apestados en los Cielos, no me extraña nada de nada! ¡Sois una pareja de pervertidos guardias del deshonor! ¡Cuando yo sea hada ya veréis la tunda de palos que os va a caer…!- se le escapó a la enfurecida Rosalinda.

-¿Tú, gatita? ¿Otra brujita que tiene sueños de grandeza? ¡Vaya con los Infiernos, si que os van mal las cosas que todos queréis escapar del fuego eterno!

-Bueno, era un broma- tuvo que decir Rosalinda, mostrando su lado más amable para no quedar al descubierto ante dos bastardos que serían dignos del mismísimo Satanás que en su fuego se funda. Echó un vistazo a su reloj y contempló con espanto que había transcurrido media hora más. La prima Betún debía estar ya dándose cuenta de la broma y poniéndose roja de ira. –Así que, bueno, ¿quién es el primero, eres tú, Pasqualis “cabeza rota”?

-¡Allá voy, princesa de los bajos fondos!

-¡Aquí no, requeteidiota! ¿Qué quieres, que nos ganemos una multa por pecaditos antes del anochecer? Está muy mal visto que las brujas aprovechemos para hacer negocio extra en las horas de descanso, es una de las pocas reglas de competencia que respetamos.

-¡Fíjate las putitas del cono sur, cómo se lo montan, con normativa gremial y todo!

-¡Tenemos que defender nuestras costumbres para que no decaiga la depravación, que siempre ha sido cosa de la noche! Antes no había porqué marcar territorio, pero ahora con la aparición de las comunes mortales que se nos cuelan en los Infiernos, no hay forma de distinguir una buena bruja de una vulgar esclava, a no ser por las normas que nosotras respetamos y ellas no. Venga, vamos dentro de ese portal que no hay tiempo que perder.

Pasqualis babeaba que era un primor cuando le agarró la primera torta de pan.

-¡Oh! ¡Es mejor que desayunar chocolate y bombones! ¡Son de algodón, de nácar, de yogur cremoso, de crema pastelera para amasar…!

Pasqualis había metido su narizota entre ambos senos encendidos de Rosalinda, que ya empezaba a notar un cosquilleo por todo su cuerpo con las finísimas manos de Pasqualis dándole vueltas y vueltas y la baba cayéndole por el canalillo.

-¡Basta ya!- le interrumpió. -Has cumplido tu deseo, así que andando que tenemos prisa.

-¡Pero si acabo de empezar a saborearte, kilimanjaro mia!

-¡Nada, que se acabó, que éste era el trato! Ahora me tenéis que llevar a mi destino o no servirá de nada el esfuerzo, pues cuento con poco tiempo. Luego será el turno de tu amigo y se acabó.

-Mi amigo, mi amigo… Mi amigo es mudo y sordo, así que le pagaré unos dineros y me cederá los privilegios de volver a ser yo quien te manosee al llegar a puerto, belleza interior…

-O nos vamos ya o no tendré nada que hacer- siguió Rosalinda nerviosísima.

-¡Ya va, ya va! Visualiza tu punto de destino cerrando bien los ojos y danos una mano a cada uno. Aprieta fuerte que ya casi tengo tu imagen… ahora, sí, hinca bien tus uñas de bruja en nuestras manos, haznos sangre que de lo contrario no hay transmisión de datos, aprieta, venga, más fuerza, ¿pero qué pasa? ¿No haces deporte o qué? Ya lo veo, lo veo, ¿lo ves tú, mudito? Mudito ya tiembla de dolor, un poco más y estás allí preciosa maldad, ¡come on baby!

La bruja notó cómo se le erizaban todos los cabellos y los pies se le llenaban de calambres saltarines, y de golpe y porrazo estaba en la mismísima puerta de la casa de Betún. ¡Qué barbaridad, había funcionado!

-¡Bien, bien, bien! ¡Hurra que ya estamos aquí! Gracias, chicos, ya podéis largaros con viento fresco, ¡si os ve mi tío con la mala sangre que se echa igual os pega un chupito en vuestra piel de angelotes gordos e invertidos, ja, ja, ja!

-¡Eh, ése no era el trato! ¡Aún falta un tocamiento!

-¡Jah, a buenas horas, con lo tarde que se me ha hecho, no puedo daros nada más, venga, arreando a otra parte con vuestras gaitas!

-Eres una traidora y ya nos llamarás otra vez y verás…

-Si os quedáis ahí, mi tío os dará una manta de palos que saldréis con los culitos angelicales más escocidos que yo qué sé, ¡venga, a otra cosa, mariposos!

-¡Cerda asquerosa, ya nos las pagarás!- y se fueron entre ñoños refunfuños, poniendo en marcha sus alas de baja calidad y sintiéndose estafados. ¡Siempre que hacían tratos con las brujas acababan ganándoles la partida sin saber cómo!

Rosalinda se apresuró a entrar sin que la vieran y espantando a los angelotes que tanto ruido hacían. Pero no había peligro, en la familia de Betún dormían todos como benditos, menos ella que había salido a todo correr, a juzgar por los descuidos que se podían observar. En primer lugar, no había cerrado la puerta delantera de la casa, siquiera con un portazo, con lo que Rosalinda abrevió la entrada sin tener que saltar ni inventarse ninguna jugarreta más. Pasó sigilosa por las habitaciones de los chicos, tapándose la nariz para evitar el olor a pies que rondaba por todas partes. El tufo era tan intenso que le dio por vomitar, pero se tapó la boca a tiempo y apenas echó un escupitajo imperceptible en medio del pasillo. Con tanto desaguisado ni siquiera lo percibirían al despertar.

Una vez en la puerta de la habitación de Betún, comprobó con asombro que tampoco había cerrado ésta. ¡Era increíble en ella un descuido así! Aprovechó tanta buena suerte y entreabrió con sigilo. La chambre, o mejor cochambre, de Betún era digna de una diablo infinita. Hedía, bueno más que hedor era un soporífero ambiente de pócimas y ungüentos malignos, mezclado con plantas podridas de marihuana, pollos en estado de descomposición y un feto abortado de mono decapitado. Todo desparramado entre saltamontes y culebrillas deslizantes siseando. Hasta ahí nada raro en el putrefacto habitat de la egipcia, como llamaban a su prima. Pero, ¡oh cielos! Rosalinda no podía dar crédito, ¡se vislumbraba una ranura en el armario de los secretos de Betún! ¿Había podido ser tal su desconcierto que se dejara su precioso, adorado y archisecreto armario mal cerrado? Miles de veces habían estado allí juntas, compartiendo alguna mala confidencia o algún truco sin importancia, jugando con las polillas o preparando cualquier trastada, y jamás de los jamases Betún había permitido a Rosalinda siquiera atisbar de lejos lo que escondía aquel armario. Allí guardaba las cajas que su madre le había confiado antes de perder la salud, que supuestamente contenían poderes divinos de faraones egipcios, y joyas de la Corte mítica, y no sabía cuántos más inventos de los que Betún siempre presumía… A juzgar por un descuido de estas dimensiones, muy mal le debían ir las cosas a Betún en asuntos de belleza para desatender sus secretos de ese modo y salir disparada. Es verdad que la habían abandonado tres novios en tres semanas, que su rostro egipcio ya no era el de siempre y que la descomposición que atacaba a todas las brujas, por mucho híbrido que fueran, la empezaba a asustar, pero esto de salir de ese modo a por mejunjes y cosméticos confirmaba todas las sospechas que corrían por el barrio sobre el declive de las carnes de su prima, que por muy egipcia y por muchos secretos de armario, se ajaba precozmente como todas las demás brujas. Decían las lenguas más viperinas que le habían salido unos surcos como espadas alrededor de los bellos ojos de gato que se gastaba, que los pómulos le caían lentamente, y que los carnosos labios de antaño eran ya papel de fumar amarillento y cada vez más reducidos. Las viejas brujas acababan en una lucha sin sentido contra la espantosa reducción de sus facciones más prominentes. Si habían tenido alguna belleza en su pasado, por mínima que fuera, era lo primero que les desaparecía pasados los veinte años. Por eso Rosalinda tenía que darse prisa, había cumplido los diecisiete y no tenía tiempo que perder si quería conservar los bellos senos y, más aún, transformar su horrorosa imagen de pato desgastado en cisne grácil como el del cuento. La fea Rosamunda no se quedaría de brazos cruzados como hacían todas las demás, ¡no señor!, ella era diferente, para eso tenía un padre hermoso y bien plantado, ¡y divino! Tenía a quien parecerse, y se acabaría pareciendo a él de todas todas.

¡Qué suerte pues encontrarse con todas las puertas sin cerrar! Ahora, que pensándolo mejor, ¿no era demasiada suerte quizá? En cualquier caso y de uno u otro modo, tenía que aprovechar las que le vinieran dadas de cara, porque la racha no duraría eternamente, bien lo sabía. ¡Qué pena, para una vez que se encontraba a solas y frente a frente con ese armario embrujado, y no podía dedicarse siquiera unos segundos a fisgonear y bucear en su interior! Sus ocupaciones tenían que ser otras, y puso manos a la obra para desenvolver el espejo ovalado que tan bien custodiado tenía Betún, disimulado entre ropa sucia y zapatos viejos. Muchas veces le había permitido a Rosalinda el privilegio de mirarse en su bonito espejo con bordes de madera noble. Así luego se reía de ella cuando se enfrentaba a su cruel fealdad, y no como Betún, con aquellos ojos rasgados y cristalinos. ¡Ah, pero ahora que había cumplido la fatídica edad de los veinte, le llegaba la decadencia! Justo cuando Rosalinda había decidido ir a por todas y conseguir una ansiada belleza exterior, ¡y no efímera sino eterna! ¡Por fin podría mirarse sin tener deseos de estampar un vidrio que rompiera su imagen en pedazos! ¡Ah, si eso llegara a ser cierto un día, un día próximo…!

Encontró el objeto deseado y lo desempolvó minuciosamente usando para ello la túnica que llevaba puesta, única prenda medianamente limpia que le pudo servir. Y entonces, cuando lo tuvo frente a frente, cerró muy fuerte los ojos para recordar las palabras mágicas de la fórmula magistral y secreta, y sin olvidar ninguna las recitó de corrido: “sí que lo soy, no que no voy, mira si vengo cuenta si valgo, yo que lo monto, tú que lo vales, la madre del borrico que no viene a azuzarles (otra vez, se dijo) …sí que lo soy, no que no voy … “. Así tuvo que estar recitando con los ojos cerrados y las manos apretadas hasta que su voz fue recuperando la convicción, y tras unas cien repeticiones, que por raro que parezca no hicieron más que envalentonarla, comenzó a notar los temblores y escalofríos que describía perfectamente la receta aprendida. Tuvo tanto frío de golpe que no pudo ni moverse ni seguir hablando; después sintió cuchillos que la atravesaban y pensó que estaría sangrando por toda la piel, pero aguantó todavía con los ojos prietos y el espejo muy fuerte entre las manos. Tal y como había aprendido que tenía que hacer. Escuchó voces del más allá que sólo los brujos experimentados pueden conocer, y aún así no se sintió asustada. Al contrario, cada vez se notaba más fuerte y sujetaba el marco del espejo con mayor decisión. Le caían lágrimas de desconsuelo, no sabía porqué, y notó que lloraba con todo su cuerpo, transpirando desde el cabello hasta las uñas de los pies, pero siguió todo ese tiempo sin tener miedo y sin despegar ni una pestaña. Al tiempo que sentía desazón, una extraña valentía se apoderaba de ella y la sujetaba a sus pretensiones más que a su propia vida de bruja. Le daba igual perecer, extinguirse, volatilizarse, vagar perdida en una punición sin medida por su traición. Ya no le importaban pequeñeces como ésas y toda ella era pura determinación.

Y entonces, después de presiones, ajetreos, voces, convulsiones, transpiración, dolores musculares, visiones y calenturas, de pronto se hizo la calma. Era absolutamente feliz y ultraligera. Sus ojos se abrieron solos, sin que nadie les enviara ninguna orden de parte alguna, y vieron con una luz nueva, como si todo brillara y se hubiera tornado soleado en medio de aquella penumbra de casa de bruja.

Se observó en el espejo ovalado y su figura no la sorprendió en absoluto. Tenía una hermosa cintura de avispa y sus ojos eran azules como el agua de mar. La aguileña nariz de antaño se había transformado en una bonita y respingona naricilla de muñeca de tocador. Y sus piernas eran torneadas y brillantes; no tenían ni un solo moratón ni venas abiertas, y eran largas, estilizadas… El busto no era tan perfecto como antes, pero incluso había entrado en sintonía con el resto de su moldeado cuerpo de un modo tan natural que no desentonaba en absoluto. Y el cabello ya no estaba grasiento ni tenía ese color parduzco tan desagradable, sino que era rojizo y ondulado, como siempre lo soñó. Estaba en medio del caos, allí sola, contemplándose, y nada de lo que veía le parecía extraño. Era como si, junto con los cambios hormonales y de aspecto externo, también hubiera mutado su propia capacidad de asombro y visión del cosmos. Las cosas estaban en su sitio y en su justa medida, en el preciso momento en que debían de estarlo. Sí, también se había dotado de una infinita serenidad.

Cuando se disponía a salir de aquella habitación, pues nada más tenía que hacer allí, se encontró de narices con una rabiosa y más que ardiente prima que le gritó que qué hacía en su cuarto, al tiempo que la zarandeaba violentamente. Rosalinda se dio cuenta al instante de que su prima ni siquiera la había reconocido, así que no se inmutó en absoluto, y esperó a que Betún la soltara para abrir la puerta y salir de aquella ratonera. Su prima no pudo hacer nada, puesto que al verle el rostro y darse cuenta de que era un hada, error natural al juzgarla por su apariencia, cambió las tornas y decidió pactar con ella para obtener sus favores.

-Está bien, nada diré ni haré para que mi padre te aprese. Bien sabes lo que te espera en manos de los demonios si te pillan curioseando en los Infiernos. Pero yo no soy tan maligna, y voy a negociar contigo algo que nos sea práctico a ambas, ¿ok?- le susurró aparentando familiaridad y confianza.

La otra estaba ausente, miraba al infinito y se había ido de allí mentalmente hacía un buen rato, a pesar de que físicamente siguiera en la habitación cochambrosa de Betún. Las hadas tenían esa virtud, nada ni nadie las podía apresar ni hacerlas cautivas, tenían un don para evadirse de cualquier situación y circunstancia.

-Mira, verás- siguió Betún. -Yo tenía un padre de lo más guapo, egipcio y mortal. Así que el marido de mi madre, ser infernal e inmundo, lo mató a él y a ella no porque no pudo, cuando se dio cuenta de que se la habían pegado. ¿Qué cómo se dio cuenta? Pues muy fácil, ¿de dónde iba yo a sacar estos magníficos ojos verdes de felino sino fuera porque tuve un padre de lo más resalado?

Así que ahora me encuentro con que estoy perdiendo a pasos agigantados la poca belleza que mi padre me legó, y no sé qué hacer. Las otras brujas ya comienzan a burlarse. Y mis hermanos, que me tenían como motivo de orgullo, pues ya no me llevan ni de baile ni a las fiestas. Tres novios me han dejado desde que, hace tres semanas, cumplí los veinte, haciéndose cargo del fatal destino que se me avecina. ¿Y ahora qué me queda?, dime. ¿Acaso casarme con un soporífero viejo chocho? Claro, porque los pibitos de nuestra edad se buscan pibitas de menos de veinte que no estén ajadas todavía, y luego cuando crecen las sueltan y se buscan otra, tan ricamente. Ellos no tienen de qué preocuparse, el alcohol los inmuniza contra los sinsabores de la madurez y envejecen inconscientes de su inmortal senectud. Y a nosotras nos toca llenarnos de hijos, nietos, bisnietos, y así hasta el infinito; una relajada vida inmortal llena de fracasos y miserias que se repetirán una y otra vez. ¡Y no quiero vivirlo! ¡He pasado ya demasiadas veces por lo mismo, la historia se vuelve a repetir y vuelvo a ser joven y sensual, y vuelvo a observar mi propia decadencia, y en cada secuencia que lo vivo me vuelvo a rebelar fracasando estrepitosamente! ¡Pero esta vez estás tú aquí, y por fin será diferente! ¡Dime que lo será!- le inquirió llorosa Betún a su prima, sin saber quién era.

Como la angelical fisonomía que tenía frente a ella no la escuchaba, siquiera la observaba, Betún volvió a cogerla por los hombros y la obligó a mirarla a la cara, aunque pudiera espantarla su incipiente fealdad.

-¡Maldita, mírame aunque sólo sea unos minutos! ¡Desciende de tu infinita superioridad y dígnate a escucharme!- le volvió a decir. -Me niego a seguir así una y otra vez, ¿me oyes? Decrépita otra vez, destruida de nuevo, y después recuperándome para volver a ser niña y continuar observando, por los tiempos de los tiempos, cómo mi padre presunto asesina a mi padre verdadero, y cómo mi madre queda desquiciada e inválida por siempre jamás, y cómo yo vuelvo a vivir entre hermanos, podredumbre, un padre borracho, y cómo todos abusan de mí en todos los términos y acepciones del concepto de abuso, y otra vez cumpliré los veinte, me llenaré de llagas y me repudiarán quienes de mí se enorgullecían… una historia que vuelve y vuelve, así es la vida de las brujas de baja estofa. Lo peor no es vivir horrendamente, las pestilencias, los vicios, la sangre, la suciedad que nos arrastra. Todo eso hasta nos llega a gustar. Lo más horripilante es que tienes que vivirlo todo una y otra vez por los siglos de los siglos. ¿Lo comprendes? Sí, tú lo tienes que comprender porque también eres inmortal. Pero al menos vosotros en los Cielos no os arruináis una y otra vez, no os estropeáis ni sabéis lo que es la fealdad o la vejez prematura. Siempre estáis sanos, rebosantes, felices y jóvenes. Tenéis esa mirada lánguida de la vida fácil, ¿pero qué importa, demonios? ¡Al menos no tenéis que luchar contra la decrepitud y los sinsabores una y otra vez!

Rosalinda no podía contestar nada. Ya no estaba ida, estaba escuchando atentamente a su prima aunque tuviera la mirada perdida. Nunca la había visto tan enojada, tan asustada, tan harta. Pero ella no sabía qué contestar. No era ningún hada todavía, así que pocas respuestas y pocos pactos le daría a la desesperación de Betún. Claro que tampoco podía revelarle quién era, o la destruiría allí mismo. Su prima prosiguió, mientras tanto.

-Así que me he decidido. ¿Sabes lo que yo quiero? Me ha costado mucho llegar a esta conclusión que parecerá tan absurda a tus ojos, y a los míos hasta hace poco. Quiero ser mortal. ¡Sí, eso es lo que quiero! No tengo otro deseo ya. Me he hartado de pedir belleza, de tener lujuria, de los vicios y de ser insaciable. No quiero vivir más años con piel tersa y seguir yendo a las fiestas triunfante por más tiempo. Lo único que de verdad ansío, es vivir una vida que tenga un principio y un final. Incierto o cierto, me da igual si debo saber o no cuándo moriré. Creo que los mortales de verdad lo desconocen hasta que les llega el final de sus días, porque parece ser que podrían volverse locos si supieran la verdad de su destino. ¡Si supieran que sólo les queda la esclavitud del fuego eterno o la nada, vaya panorama, no podrían soportar tanto sin sentido! Y sin embargo, yo eso es lo que quiero, poder vivir envejeciendo tranquila, y sin la desazón que produce cada situación cuando sabes en tu fuero interno que la volverás a vivir otra y otra vez, en progresión infinita. Las situaciones bellas, pocas en la vida de una bruja de mi condición, no las valoras suficientemente, puesto que estás en la convicción de que se te repetirán incesantemente en un tiempo circular. Las experiencias más horrendas y de mayor sufrimiento te sumen en un dolor constante y que te aprieta por dentro, a sabiendas de que cuando el tiempo comience a curar ese dolor, el mismo dolor volverá a ti en una versión actualizada e idéntica a la par. Así que acabas por ni sufrir ni gozar. La supuesta lujuria permanente en que vivimos es una patraña, una jugarreta de nuestro Jefe supremo.

Así que yo no quiero seguir este camino. No puedo suicidarme, porque vivo una y otra vez ese suicidio que no me mata y me mantiene con los ojos abiertos mientras me clavo el cuchillo y no me desangro.

Rosalinda la miraba ahora con los ojos muy abiertos, y pavorosa de las revelaciones que le estaban llegando. Las brujas no pueden conocer su destino hasta que no cumplen los veinte años. Después les es revelado por un consejo demoníaco y ya no pueden olvidar por los tiempos de nunca jamás, hasta que otra vez vuelvan a revivir lo vivido y dejen de ser conscientes en una siguiente etapa de su vida circular. No daba crédito a las súplicas de Betún y pensaba que le estaba vacilando, hasta que la miró profundamente, y vio tanto sufrimiento que su lado bueno se apiadó de su prima, la cual siempre le había parecido salvaje y perversa. Rosalinda carecía de toda experiencia, y ni ella misma sabía todavía en qué se había convertido, ni si le duraría el hechizo lo suficiente siquiera para salir de allí sana y salva, pero no pudo evitar tratar de ayudarla, como era natural en su nueva condición.

-Y dime, no tengo idea de cómo ayudarte, ¿pero qué podría yo hacer por ti?

Hasta su propia voz le sonó cristalina y elegante, con un acento divino.

-¡Bien, sabía que contaría contigo!- profirió Betún saliendo del ensimismamiento que la había tenido atravesada un buen rato. Se puso tan contenta que Rosalinda comenzó a sospechar si no sería todo una patraña de aquella brujilla.

Lo que quiero de ti es muy sencillo. Tan simple que no creerás que me conforme con tan poca cosa. Verás...

18 comentarios:

  1. Ayayay... a ver qué querrá ojos de gato, que yo no me fío mucho de ella.
    Manuela, cada vez me gusta más esta historia. Qué bien escribes, joía!XDXDXD
    Un beso

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  2. Me encantaron los conjuros y los angelotes! Disfruté mucho la conversación entre ellos y Rosamunda!
    También el instante de la transformación... y por último, qué piedad me inspira la pobre Betún! Es de una humanidad infinita. La historia promete, sigue contando!!

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  3. Que Rosalinda se ande con cuidado. Toda la brujeria se paga tarde o temprano. Y algo me dice que esos ojos de gato egipcio no esconden nada nada bueno. Creo que Betún tiene ojos de gata y lagrimas de cocodrilo

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  4. Ay mi Manuela! Cuando se desvela un misterio empieza otro y así no hay quien viva. Espero el próximo con impaciencia. Un beso Lola

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  5. NATI: bien que haces en no fiarte, en esas tierras mejor no fiarte ni de tu sombra, que te la clava... un beso

    ANÓNIMO: los angelotes son dos cabezas huecas, todo el día pensando en chingar y sin ninguna posibilidad de lo feos y deformes que son... la prima pues es que se ha hartado de tanta vida circular, porque como ella dice, los momentos buenos no los aprecias en lo que valen, y los malos te aterran porque sabes que los vivirás una y otra vez... así que ahora que ha pillado a un hada in fraganti...

    CARLOS: jaja! veo que Betún no te camelaría fácilmente!!!

    LOLA: pues sí, como la vida misma Lolísima!

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  6. Un universo completo dentro de tu cabeza. Fascinante.

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  7. TOM: así somos las brujas! no nos pierdas de vista...

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  8. Jajajaja, es que no soy un chico facil aunque lo parezca.jajaja. La pregunta es más bien si la camelaria yo a ella...

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  9. CARLOS: ya te gustaría, con ese toque de princesa Naomi que tiene... pero mejor que la pilles antes de que cumpla los veinte, ya sabes que las brujas luego se ponen agrias como el vinagre...

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  10. Jajajajajajajajaja, deja deja que de brujas ya voy servido.

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  11. ¡Ya sabía yo que esta Betún me iba a gustar, je, je, je...! Ya estoy deseando saber que pide, ya... Y también el regreso de los angelotes, que esos tienen una pinta también interesante...

    Me ha encantado la parte de la transformación, qué bien la has descrito, de verdad...

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  12. JUAN RODRÍGUEZ MILLÁN: la bruja es que cuando se pone, se pone...

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  13. Cada vez que leo los relatos me entran unas gansa de ser la bruja más bruja del siglo. Pero ya tiene ese título la que escribe los relatos, -pienso, y si no, pues debería.

    Saludos, siempre es interesante entrar y leer lo que se ha escrito.

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  14. MONDRAGÓN DE MALATESTA: ni creas, a Rosalinda le disputan el título muchas otras brujas, la carrera profesional de bruja es muy competitiva!!!

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  15. Me gustaría ir a clases de desintegración de materia orgánica, jajaja aunque ahora mismo me sienta desintegrada y mis partículas se arrastren a duras penas. Estoy segura que Betún trama algo, y que la ingenua Rosalinda tendrá que pagar cara su osadía.
    Menos mal que ya tengo el capítulo siguiente a mano!

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  16. JO GRASS: Rosalinda se siente ligera y etérea... pero si Betún llega a saber que es su prima la fea de Rosamunda... vamos que la cruje a palos...

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  17. Me ha encantado la aparición de Universo en la historia y la consecuente unión del Bien y del Mal contra este "advenedizo" que no tiene religión y puede poner en peligro la existencia de este binomio...
    Y además, ya estamos listos para acompañar a la brujita linda a París... ¿cuándo ocurrirá esto?
    Vicky

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  18. VICKY: ay ay, Rosalinda ya tiene ganas ya de darse un garbeo por París, veremos si se puede zafar de todos los obstáculos del camino!!!

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venga venga dile algo a la bruja!